En la última conmemoración del Día Internacional de la Alfabetización, se anunció el relanzamiento de un programa que, durante 2015, beneficiará a siete mil personas. El Plan Nacional de Alfabetización de Chile, que busca enfrentar el anafabetismo y la falta de escolaridad, aparece en un escenario donde, aproximadamente, un millón de personas tiene menos de cuatro años de escolaridad o no sabe leer y escribir.
Hay otro antecedente interesante de la realidad local: el último estudio de Comportamiento Lector (2011), desarrollado por el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, indica que el 84% de los chilenos no demuestra una adecuada comprensión de textos largos y complejos (Más información aquí).
Lo anterior es parte del contexto en el que se encuentra el desarrollo de la lectura y la escritura. Nunca es tarde para iniciar el proceso de su aprendizaje y bienvenidos son los planes de alfabetización. Sin embargo, según los especialistas, comenzar la enseñanza en la infancia tiene un sentido que va más allá de poder entender los textos, cualquiera sea el nivel del que se esté hablando.
Si desde los primeros años de vida un individuo está cerca de la lectura –concuerdan las opiniones expertas– se desarrolla la habilidad de leer y escribir de manera natural como un complemento del lenguaje. Y eso es solo el comienzo. Existe todo un mundo de factores relevantes cuando se trata de lectoescritura en educación infantil.
Ganas de saber
Lectura y escritura son palabras que indican no solo pilares de la educación, sino también habilidades humanas que permiten plasmar y diseminar el conocimiento. Asimismo, son capacidades que todas las personas pueden adquirir en un proceso que va más allá de la comprensión de los símbolos y sus combinaciones. El dominio de la lectura y la escritura implica el conocimiento del uso adecuado de los íconos (letras, signos y reglas) y, además, la creación de un hábito en torno a la destreza. Esa rutina es importante en la educación infantil y debe fomentarse desde los primeros años de vida. Los especialistas sugieren hacerlo de manera tal que signifique un gusto para que los niños se vayan maravillando con el universo de conocimientos y experiencias que entrega un texto o un relato, cualquiera sea su tipo. Poco a poco, la habilidad permite aprender cosas sobre el mundo que los rodea. La lectura, en particular, se convierte en un medio de incalculable valor para aumentar el deseo de saber.
Concentración
Como la lectura y la escritura son habilidades que requiere atender un texto, inevitablemente trabaja la concentración. Esto ocurre de manera inconsciente y sin esfuerzo, porque al leer, en la mente se van organizando las ideas del escrito, se van reconociendo las principales y secundarias. Algo similar pasa al escribir. De esta forma, se entrena la capacidad de crear y organizar ideas. Junto a lo anterior, escribir y leer enseña y mejora la ortografía. Sucede a medida que se ven las palabras, una fórmula infalible para ir recogiendo información sobre el correcto uso de las letras y conformación de palabras.
Reflexión y mejor expresión
Los múltiples escenarios que entrega la lectura y la escritura contribuyen, en gran medida, al desarrollo general de un niño. En particular, aportan a las capacidades de aprendizaje y de pensamiento, sirviendo como herramienta para orientar y estructurarlos.
La lectura y el escuchar historias también es importante, porque desarrolla la empatía y la habilidad de comprender oralmente: los niños se identifican con personajes y atienden a sus aventuras. Pero no es todo. Al leer y al escribir incluso se favorece la expresión oral de los pequeños porque el proceso, inconscientemente, origina una reflexión acerca del lenguaje, meditación que lo va enriqueciendo, ya que la escritura también ‘obliga’ a pensar antes de transmitir una información, al elegir la mejor manera de transformar los pensamientos y las ideas en palabras y expresiones. Así, poco a poco, las capacidades de expresarse oralmente se potencian.
Personas creativas
Por último, pero tan importante como los puntos anteriores: leer y escribir son actividades que favorecen la imaginación y la creatividad, también el relajo y el entretenimiento. Respecto de lo primero, la lectoescritura transporta por relatos de todo tipo, incluso por escenarios fantásticos y llenos de elementos inspiradores. Con cada narración, de forma automática, la mente crea imágenes de las historias. Esas recreaciones también pueden plasmarse en palabras sobre un papel y, más tarde, en proyectos y emprendimientos, iniciativas de cualquier tipo que reflejan una mente activa.
En cuanto a la relajación y el entretenimiento, la lectura y la escritura tienen un aporte fundamental para una educación completa: son actividades que permiten alejar situaciones generadoras de ansiedad. Y es que al leer o al escribir un texto, ineludiblemente, la mente se aleja de otros pensamientos y se genera un espacio donde solo importa el relato que convoca.
Paula Reyes Naranjo Periodista