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¿Enseñar a aprender?

Sí, es tan importante como los contenidos. Quizás hasta más relevante, porque permite enfrentarse mejor a los desafíos académicos y a aquellos que conlleva la vida en general. En definitiva, el paso por el colegio es eso, más allá de superar niveles y asimilar contenidos, corresponde al espacio donde el profesor entrega herramientas de aprendizaje a sus alumnos.

El cómo aprender es otra de las áreas que debe atender un educador. No debería bastar con ‘pasar las materias’. Y es que los aprendizajes no solo abarcan información, también los contenidos actitudinales o habilidades blandas y lo que los profesores llaman temas procedimentales, es decir, el cómo hacer las cosas, ‘la receta’. Resulta justo dar un lugar de relevancia a la metacognición, al cómo es necesario fomentar la comprensión lectora y la resolución de problemas.

Pamela Silva, profesora de biología y ciencias naturales de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, dice que atender la forma en que se enseña abre caminos para aplicar metodologías y generar variadas actividades que permitan a todos y cada uno de los niños y niñas la mejor comprensión de los contenidos, además de elevar su desempeño académico. Agrega: “Socialmente, es muy importante que los estudiantes sientan que son capaces de aprender, que no hay contenidos suficientemente complicados como para que no puedan ser aprendidos por ellos. Sin duda, refuerza la confianza en sí mismos, la autoestima, generando además un buen clima de trabajo en el interior del aula”. La experiencia exitosa de aprendizaje en un alumno se ve reflejada en la vida laboral posterior, asegura la docente: “En la sala se desarrolla una serie de capacidades, destrezas y valores que serán internalizados por el estudiante y puestos en práctica en el transcurso de su vida, por ejemplo, solidaridad, trabajo en equipo, toma de decisiones en consenso, respeto de turnos, asignación de roles, etc”.

Elízabeth Loos, psicopedagoga y Magíster en Desarrollo Cognitivo, con mención en LPAD (Evaluación Dinámica de la Propensión al Aprendizaje), concuerda con la profesora Pamela Díaz. Comenta, asimismo, que la forma en que resolvemos un problema cualquiera, o una situación nueva e inesperada de la vida, refleja un patrón de resolución. “Las modalidades que aprendemos para eso se reflejan una y otra vez en cada circunstancia. Las nuevas e inesperadas suelen producir un impacto emocional tal, que el razonamiento parece echar mano a un funcionamiento básico o a lo que se hace siempre (…). De una u otra manera, se tiende a hacer lo que se sabe hacer, se repiten patrones aprendidos a través de la experiencia individual o de la trasmisión cultural intergeneracional”.

Esto permite una base. “Al parecer, cuando se fracasa en los intentos y se agotan las alternativas conocidas, se buscan soluciones innovadoras y aflora la creatividad. Los problemas habituales corren con la ventaja de que, por ser conocidos, suelen ser resueltos sin mayor esfuerzo mental, aunque eso no significa que se resuelvan óptimamente. Puede ser que no se haya descubierto la estrategia más adecuada, aun cuando se trate de algo que se resuelve todos los días de manera mecánica”, recalca la psicopedagoga. En definitiva, dice Loos, la educación se concreta a través de la enseñanza y el aprendizaje: “La enseñanza influye en cada ser humano porque impacta en la conciencia, genera creencias, visiones de la realidad, criterios, parámetros. Estos se traducen en acciones. De ahí que debería ponerse atención en los criterios o parámetros que una sociedad determinada propone o impone”.

¿Sirven los hábitos de estudio?

La sistematicidad y métodos son relevantes. “El alumno debe adquirir desde los primeros años de escolaridad el ‘hábito de estudiar’ para que gradualmente logre la autonomía necesaria que le permita, en enseñanza media, ‘hacerse cargo’ de su aprendizaje. Esto significa que se debe enseñar a los niños y niñas a organizar su tiempo, a descubrir su estilo de aprendizaje y a encontrar aquellas estrategias de estudio que le resulten más eficaces en su proceso de aprender”, opina Pamela Silva. Sugiere que para un mejor desempeño académico sirve ser sistemáticos y metódicos: “Está comprobado que en la educación superior los que logran mejor desempeño no son quienes ingresaron con el mejor puntaje o con las mejores notas, sino quienes tienen ya internalizado el hábito de estudio”.

Los hábitos permitirían un piso desde el cual actuar. Elízabeth Loos comenta: “Personas que responden impulsivamente a cualquier estímulo que se les presente, podrían resolver el problema sin considerar todas las variables. Esto significa que, generalmente, tienden a realizar un proceso incompleto, no se detienen a reunir todos los datos necesarios y relevantes o bien los distorsionan, porque perciben difusamente. Esta gente tiene altas probabilidades de obtener conclusiones falsas, imprecisas o erróneas, capaces de inducirlas a la equivocación. Por dar un ejemplo, ¿cuántos de los accidentes que ocurren en todos los ámbitos suelen ser la consecuencia de una decisión impulsiva? Personas que, por el contrario, hacen una lectura completa y ordenada de la información disponible, seleccionan los datos relevantes, establecen relaciones temporales, espaciales o causales, tienen altas probabilidades de alcanzar conclusiones correctas y precisas”.

Esas maneras de resolver se constituyen en hábitos, dice la psicopedagoga. “Los hábitos, en todos los planos de la vida, tienen la finalidad de economizar tiempo y esfuerzo”. Sin embargo, hay que atender un punto: “Los hábitos podrían implicar el riesgo de no dar lugar a la creatividad, a la espontaneidad, al descubrimiento de nuevas e infinitas relaciones. Deberían, entonces, ser considerados como medios y no como fines en sí mismos. Siempre como un recurso al servicio de la conciencia ética y la inteligencia. Ahora bien, los hábitos también parecen ser responsabilidad de la educación, la que se imparte en escuelas y universidades, en los hogares y la sociedad. De ahí que debería ponerse atención en los hábitos que una cultura determinada propone o impone”.

Tipos de enseñanza

En la práctica docente se deben aplicar diferentes metodologías, de modo que todos los alumnos tengan la posibilidad de aprender opina Pamela Silva. Es importante, en su caso como profesora de Biología, trabajar el desarrollo de habilidades científicas, es decir, el contenido no es un fin sino un medio para que los jóvenes desarrollen capacidades cada vez más complejas. “Esto, en mi caso lo logro con análisis de lecturas científicas, discusiones socializadas y trabajo empírico en laboratorio. Lo importante es que, como docentes expertos en educación y con pleno conocimiento del grupo humano con el que trabajamos, elijamos las estrategias más provechosas”, comenta.

La educadora destaca otro factor: el buen clima de convivencia escolar al interior del aula. Explica que ahí el profesor juega un rol fundamental y de suma importancia para el aprendizaje de los niños y jóvenes, así como el buen uso del tiempo. “En resumen, creo que la enseñanza que más favorece el aprendizaje es aquella basada en el desarrollo de capacidades y habilidades cognitivas de los estudiantes, así como destrezas de tipo social y asimilación de valores. Es decir, la enseñanza de la persona en su integralidad”.

La educación que se imparte en los colegios, a juicio de Elízabeth Loos, debería poner especial atención en los procesos cognitivos y emocionales implicadas en las estrategias de resolución de los estudiantes: “Las maneras de resolver deberían ser revisadas a la luz de los requerimientos de la cultura y de la sociedad, y sobre todo, mediadas por los referentes de esa comunidad particular.

Los alumnos necesitan desarrollar, a través de procesos cognitivos y emocionales, tanto estrategias de resolución convergentes, para aquellos problemas que admiten solo una única respuesta correcta y precisa, como también estrategias divergentes para aquellas situaciones que podrían admitir un sinnúmero de opciones y alternativas. Asimismo, podrían aplicar estrategias diferenciales según el tipo de problema al que se enfrenten”.

El doctor Reuven Feuerstein, sicólogo rumano cuyo trabajo se enfocó en el desarrollo psicológico cognitivo, plantea que el aprendizaje puede ser directo o mediado. El primero es el que resulta del contacto directo con los estímulos. El aprendizaje mediado, aquel que se alcanza a través de la intervención oportuna y precisa de un mediador, es decir, madre, padre, abuela, hermana, profesor, etc. Este tipo de aprendizaje impacta en los procesos mentales y produce modificabilidad estructural cognitva. Estas mediaciones, además, mejoran el rendimiento cognitivo y emocional. “Muchos estudiantes acceden solo al aprendizaje directo y se enfrentan al riesgo de reproducir la información recibida. Repiten patrones establecidos y se contentan con soluciones estáticas. Otros estudiantes que son expuestos a experiencias de aprendizaje mediado, generan sus propios patrones, modifican sus propias estructuras cognitivas y emocionales, se entregan a la increíble aventura del aprendizaje”, explica Elízabeth Loos.

Pamela Silva recuerda y concluye que el aprendizaje es un proceso, por lo tanto, desde que el niño o niña se integra al sistema escolar se debe comenzar a desarrollar estas destrezas, habilidades y valores. “Obviamente la estimulación y enseñanza informal en el hogar allanará el camino. Los niños no llegan como ‘tabla rasa’ a la escuela. Lo que hay que considerar es la gradualidad y progresión en este desarrollo; las metodologías y estrategias de aprendizaje deben ser adecuadas a la etapa de desarrollo cognitivo, social y moral de los estudiantes. La educación formal y el aprendizaje de nuestros niños y jóvenes es un todo y los profesores tenemos responsabilidad compartida en este proceso. Tenemos un rol importante ya sea que nos corresponda ejercerlo en la enseñanza básica o media”.

Paula Reyes Naranjo Periodista