La educación como derecho para todo individuo es algo que ya es parte del sentido común y, por si aquello no bastara, se establece en el artículo 26 de la Declaración de Derechos Universales. Según cifras del Instituto de Estadística de Unesco, la escolaridad a nivel primario mundial llega al 100% y se ha mantenido de esa forma desde antes del año 2005. En el nivel secundario, va en aumento sostenido, llegando en 2012 a 73%. En Chile, a nivel primario, la tasa de matrícula neta ajustada es igual para niños y niñas, con 93%. Una excelente cifra, pero inferior a la de España, donde también hay igualdad entre sexos, pero la tasa llega a 100%. En la región, Perú también supera a Chile, con 96%.
El acceso a la educación es solo una parte de lo que se conoce como educación inclusiva o integradora. El concepto va más allá y se refiere al cómo se educa, punto donde la inclusión toma especial protagonismo y forma parte de la agenda de diferentes sectores. Por ejemplo en el gobierno, con el proyecto de Ley de Inclusión Escolar que actualmente se tramita en el Congreso y que, aun cuando genera puntos de desencuentro entre sectores políticos, pretende ser un avance para la calidad y equidad educativa en el país. Otra muestra está en el extranjero, con una muy reciente iniciativa: el congreso que durante febrero organizó el Vaticano bajo el lema “Responsabilidad social educativa”, con el objetivo de aprender de la experiencia y logros en diferentes partes del mundo, como inspiración para conseguir una cultura capaz de sentar bases de una sociedad pacífica.
Nuevas estrategias
La educación inclusiva asume el compromiso de considerar en las aulas a quienes tienen necesidades especiales, pero también implica educar a todos los niños y jóvenes por igual. Es un proceso con una visión común para todos los alumnos, una causa que requiere ir identificando y respondiendo a las necesidades de la totalidad de estudiantes, acogiendo, en el aprendizaje, a la cultura local de la que ellos provienen y también a la comunidad en la que se desenvuelven. Es así, a grandes rasgos, cómo la Unesco define el concepto educación inclusiva. También en palabras de la organización internacional, educar de manera inclusiva implica, muchas veces, modificar contenidos, adoptar nuevas estrategias y seguir estructuras diferentes.
Pero eso no es todo. La educación integradora debe ser un modelo flexible: una visión común para todos, sí, pero absolutamente consciente de que cada estudiante es diferente en sus intereses, capacidades y necesidades de aprendizaje. Es flexible y consciente, pero además amplia: debe responder a las necesidades educativas en diferentes contextos, esto es, necesita programas escolares y extraescolares.
Hay otros puntos importantes: metas comunes, el aprendizaje exitoso y la eliminación de toda clase de diferenciaciones, partiendo de la idea y defensa de la igualdad de oportunidades. Y esto último, en concreto, se refiere, por ejemplo, a la posibilidad de asistir sin peligros a la escuela o de compartir en una sala de clases adecuada para la edad del estudiante. La meta, a largo plazo, es que esos niños y jóvenes puedan llegar al mundo laboral preparados lo mejor posible, sin que sus antecedentes socioeconómicos influyan negativamente. Estos son algunos de los principales factores de exclusión. Según la “Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva” (volumen 4, 2010), pese a los avances reales hacia la universalización de la enseñanza primaria registrados desde el año 2000, en el mundo hay alrededor de 70 millones de niños sin escolarizar. Siete de cada diez viven en el África Subsahariana, y en el Asia Meridional y Occidental.
El éxito de un programa
Hay diversos factores para lograrlo, partiendo por el trabajo de las autoridades del país y de los establecimientos educacionales, que pueden adaptar los contenidos curriculares y dar soporte para docentes y mecanismos de financiamiento o fomentar el desarrollo de un ambiente propicio, a veces, con reestructuraciones físicas, políticas o culturales; otras, eliminando presiones excluyentes, desde aquellas que afectan a niños o jóvenes con capacidades diferentes hasta problemas de la comunidad.
¿Qué pasa en las instituciones que implementan educación inclusiva real? En estos espacios, los estudiantes se saben parte de la comunidad educativa, hay énfasis en el aprendizaje de todos, igualdad de oportunidades, reconocimiento del valor de todas las personas, aprendizaje acerca de personas con características diversas, trabajo conjunto para solucionar problemas y responsabilidad compartida.
Paula Reyes Naranjo Periodista