

Establecer una rutina clara y consistente
Uno de los primeros pasos para estimular costumbres positivas en este sentido es establecer una rutina diaria. Según la psicopedagoga y licenciada en Educación, María José Calorio, “El desarrollo de hábitos de estudio es fundamental para que los niños logren un aprendizaje significativo y cultiven conductas necesarias para afrontar el proceso escolar, fomentando la seguridad y confianza. Los menores necesitan estructuras claras y sistemáticas, que favorezcan la concentración y la autonomía. Contar con un espacio y horarios definidos para esta actividad, les permite organizarse mejor y asumir responsabilidades progresivamente”. Para esto, es importante:
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Definir horarios para estudiar, jugar y descansar.
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Mantener consistencia incluso los fines de semana, adaptando los horarios a un ritmo más flexible.
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Incluir pausas regulares durante las sesiones de estudio para evitar la fatiga y optimizar los tiempos de dedicación.
Establecer una rutina clara también implica ajustar las horas de sueño. Los niños en edad escolar requieren entre 9 y 11 horas de descanso para rendir académicamente. “Un descanso adecuado es clave para consolidar lo aprendido y mejorar la atención y concentración en clase”, enfatiza Calorio.
Crear un ambiente adecuado para el estudio
El entorno en el que realizan sus tareas influye enormemente en su capacidad de trabajo. Idealmente, este espacio debe ser tranquilo, bien iluminado y sin distracciones como televisores o dispositivos electrónicos. La psicopedagoga señala que “un lugar de estudio ordenado, libre de estímulos y estructurado, facilita que se focalicen y genera una asociación positiva con el aprendizaje”.
Un detalle adicional es permitir que ellos mismos personalicen su lugar de estudio, ya que colabora a que se sientan más cómodos y motivados. Una pizarra o post it para anotar metas o colgar dibujos también puede ser útil para mantenerlos enfocados.
Además, contar con una buena iluminación y un asiento ergonómico contribuye a mejorar su concentración y comodidad.
Participar activamente en el proceso
El acompañamiento de los apoderados es fundamental, especialmente en los primeros años de escolaridad. Sin embargo, esto no significa hacer las tareas por ellos, sino guiar, supervisar y acompañar el proceso. “Los padres deben ser facilitadores del aprendizaje, brindando estrategias y apoyo sin interferir en la autonomía del niño”, aconseja María José Calorio.
Algunas formas de involucrarse incluyen:
• Revisar de manera sistemática los contenidos vistos durante el día.
• Acompañarlos y apoyarlos a resolver dudas y realizar tareas.
• Estimular la búsqueda de información por su cuenta, incentivando habilidades investigativas.
• Mostrar interés por los temas que se están tratando en la escuela y, si es posible, investigar y nutrir el tema o contenido en cuestión.
Además, es importante enseñar a los menores a preguntar a sus profesores cuando algo no les quede claro. Esta práctica de comunicación fortalece su autonomía y confianza en el aula.
Fomentar la organización y la planificación
La capacidad de organizar y planificar es un hábito que se desarrolla con el tiempo, pero los adultos pueden contribuir significativamente desde una edad temprana. Utilizar herramientas como calendarios, listas de tareas o aplicaciones digitales puede ser útil para educarlos en la gestión de su tiempo. La psicopedagoga destaca que “enseñar a los niños a establecer metas y dividir proyectos grandes en objetivos más pequeños, facilita la organización y reduce la ansiedad frente a las responsabilidades escolares”.
Una estrategia clave es revisar las dudas o tareas pendientes al inicio de la semana. Esto no solo mejora la organización, sino que también los acostumbra a a priorizar.
Promover la resolución de problemas y pensamiento crítico
Otra estrategia clave en el desarrollo de hábitos de estudio es fomentar el pensamiento crítico. Enseñar a los niños a analizar problemas, buscar soluciones y evaluar diferentes perspectivas les permitirá fortalecer habilidades cognitivas avanzadas que les serán útiles en toda su vida académica.
Según la profesional, “cuando logran a organizar la información, hacer conexiones y cuestionar lo que estudian, logran un aprendizaje más profundo y autónomo”. Para lograr esto, se pueden plantear preguntas abiertas durante las tareas, motivarlos a investigar temas por su cuenta y proponer debates sobre asuntos cotidianos.
Apoyar a los menores en la adopción de hábitos de estudio no solo impacta positivamente su rendimiento escolar, sino también su desarrollo personal. Los apoderados desempeñan un rol esencial al proporcionar un entorno organizado, promover la independencia y el esfuerzo de manera constante.
Como concluye María José, “la clave está en equilibrar la estructura con el acompañamiento. Un niño que se siente apoyado y motivado en su actividad escolar desarrolla confianza en sí mismo y herramientas para enfrentar nuevos desafíos académicos”.
Siguiendo estas recomendaciones, los padres no solo facilitarán el aprendizaje de sus hijos, sino que también les enseñarán herramientas clave para su crecimiento integral y su éxito en el futuro.
Paula Reyes Naranjo