Reconocer el cansancio
Los últimos meses del año pueden ser especialmente duros para los estudiantes. El agotamiento acumulado a lo largo del periodo escolar se manifiesta de diferentes maneras: falta de concentración, una mayor irritabilidad o un menor interés por las actividades académicas. Para la familia, es crucial reconocer estos signos y actuar con empatía.
Dra. Amanda Céspedes, Neuropsiquiatra Infantil de la Universidad de Chile y Presidenta de Fundación Educacional Amanda, especialista en desarrollo emocional y afectivo de los niños, comenta: “El agotamiento, desmotivación e irritabilidad son señales claras de una tensión que apenas se tolera y que se manifiesta especialmente en los alumnos de segundo ciclo básico y enseñanza media. A ello se suma el calor de fines de primavera, en algunos el temor a cerrar el año con promedios inferiores a los que esperan los padres. Comprender su cansancio no es bajar las expectativas, sino transmitirles empatía y respeto; de ese modo, les inyectamos nuevas energías para terminar el año. Pero no podemos dejar de mencionar que en sectores de mucha vulnerabilidad social la escuela es para los niños de enseñanza básica un refugio, un lugar seguro, donde son tratados con respeto y cariño. Esos niños miran el fin del año con nostalgia de lo que van a dejar y con temor de lo que les espera: un clima de tensiones en casa, incluso de violencia intrafamiliar. El amor y respeto que reciben de sus docentes es una inyección de energía psíquica para esforzarse en lo académico”.
La validación emocional puede ser tan simple como permitirles expresar su frustración o cansancio, sin que sientan que sus sentimientos son inapropiados o que deben esconderlos. Un espacio seguro en casa para conversar sobre sus preocupaciones puede marcar una gran diferencia en su bienestar emocional.
Establecer rutinas que promuevan el equilibrio
Uno de los aspectos más importantes en este periodo es ayudar a los hijos a mantener una rutina equilibrada. No se trata de aumentar las horas de estudio para "compensar" el cansancio, sino de asegurar que tengan tiempo para descansar y relajarse, además de cumplir con sus obligaciones académicas.
Los seres humanos, al igual que otras especies, funcionamos mejor cuando tenemos una estructura que nos contiene al modo de una invisible red. Esta estructura está conformada por rutinas que se desenvuelven al interior de límites claros y consistentes. La planificación del tiempo, dividiéndolo en momentos de tareas que cumplir y otros para el ocio y el descanso, es fundamental, pero siempre al interior de horarios que se deben respetar. Antes de los 10 años los niños deben ir a dormir antes de las 21 horas si van a clases en jornada de mañana, y antes de las 22 horas, si van en jornada de tarde. Es esencial regular los tiempos dedicados a juegos tecnológicos y la ingesta de golosinas y bebidas azucaradas, que provocan negativos cambios en las funciones cerebrales, especialmente el manejo de la ansiedad y de la capacidad de atención focal sostenida. Y para los menores de 15 años es imperativo que el tiempo de descanso sea al aire libre, con mucho movimiento e interacciones con pares. Para los adolescentes un enriquecedor tiempo libre es el dedicado a deportes –no necesariamente competitivos–, sacar a pasear al perro, salir en grupo en bicicleta”, agrega la profesional.
Es recomendable incluir momentos de desconexión, donde los hijos puedan disfrutar de actividades que les gusten y les ayuden a despejarse. El exceso de presión o la sobrecarga de tareas solo contribuirán a aumentar el estrés y a disminuir la capacidad de rendimiento.
El acompañamiento sin sobrecontrol
Acompañar a los estudiantes en esta etapa no significa tomar el control total de sus responsabilidades académicas. Los padres deben resistir la tentación de hacer las tareas por ellos o de intervenir constantemente. Es vital fomentar su autonomía y su capacidad para organizarse, de modo que puedan desarrollar habilidades de autogestión que les serán útiles en el futuro.
Amanda Céspedes, comenta que “en los últimos 40 años ha disminuido drásticamente la autonomía académica, que estaba presente en más del 90% de los alumnos que iniciaban el segundo ciclo básico. Actualmente, solo un 25% de los alumnos de 5° básico lleva el control sobre los deberes escolares. Este es un fenómeno multifactorial, pero en el cual cobra relevancia la ansiedad de los padres por tener hijos destacados en lo académico, para lo cual los acompañan a estudiar e incluso hacen las tareas y trabajos por ellos. Pero también la pobre autonomía académica es reflejo de un primer ciclo básico fracasado en términos de una correcta alfabetización y dominio de la matemática elemental, lo cual suele verse en escuelas con más de 40 alumnos por aula y docentes agobiados”.
Esto también implica enseñarles a enfrentar las consecuencias de su organización o falta de ella, y apoyarles para que aprendan de sus errores en lugar de castigarlos por ellos.
Celebrar los pequeños logros
Una de las formas más efectivas de mantener la motivación de los hijos en los últimos meses del año es celebrar los pequeños logros. Los estudiantes, especialmente cuando están cansados, necesitan reconocimiento por los avances que logran, incluso si estos parecen menores. Para los padres, puede ser útil enfocarse en los progresos semanales, ya sea una buena nota en un trabajo, la culminación de un proyecto o simplemente el hecho de haber cumplido con sus responsabilidades a tiempo.
“Los logros acompañados de reconocimiento provocan cambios químicos en el cerebro que enriquecen la capacidad de aprendizaje, la autoestima y el sentido de pertenencia. Celebrar cada pequeño logro es aumentar el coeficiente intelectual de los hijos y su bienestar emocional, pero en la medida que la celebración no vaya acompañada de un fomento de la competitividad”, agrega la profesional. Bien, hijo, nuevamente le ganaste a tus compañeros, es una perversa forma de fomentar la arrogancia y la no aceptación del fracaso como parte del proceso de aprender. Y el mejor refuerzo químico para el cerebro es cumplir a tiempo con un deber, ya que tiene el valor de una recompensa.
Esta celebración no siempre tiene que ser material. Un elogio sincero, un reconocimiento en familia o incluso la simple mención de que el esfuerzo está siendo visto y valorado puede hacer una gran diferencia en la forma en que perciben su propio avance.
Fomentar el autocuidado
Así como es esencial para los adultos, el autocuidado también debe ser enseñado a los niños y adolescentes, especialmente en este tramo del año escolar. El autocuidado incluye no solo la gestión del tiempo, sino también aspectos como una alimentación balanceada, suficiente descanso y actividades recreativas que les permitan desconectarse del estrés académico.
Es importante que los padres transmitan la idea de que descansar no es un "premio" por cumplir con las tareas, sino una necesidad básica para mantener un buen rendimiento y bienestar. Ellos pueden enseñar con el ejemplo, mostrando cómo equilibran sus propias responsabilidades con el cuidado personal.
“Los adultos deben confiar en la capacidad de autogestión de sus hijos en el ámbito de los autocuidados. Esta capacidad de autogestión es muy sólida cuando desde pequeños son informados del efecto positivo que tiene una buena nutrición, actividad física, sueño nocturno saludable y recreación al aire libre, sobre la capacidad de aprendizaje, la sociabilidad y el bienestar emocional. El error más grande es ser inconsistente en la aplicación de normas de autocuidado y al mismo tiempo ejercer una presión para que los hijos se cuiden. Con los adolescentes el control implacable los aleja y los induce a un mayor descuido de sí mismos. Lo mejor es mostrarles confianza en su capacidad de autogestión y aguardar a que esta capacidad se encienda”, puntualiza la neuropsiquiatra.
Promover el diálogo y la confianza
El diálogo abierto entre adultos e hijos es relevante en este periodo. Permitir que los estudiantes expresen sus preocupaciones, sus temores o incluso sus frustraciones respecto al cierre del año escolar es una manera de aliviar tensiones. Los padres no deben subestimar el impacto que puede tener simplemente escucharlos y validar lo que sienten.
Crear un ambiente en el que sientan que pueden hablar sobre sus emociones y experiencias sin ser juzgados les permitirá enfrentar los desafíos con más confianza. Es importante que los padres eviten la tendencia a resolver todos los problemas por ellos o a minimizar sus dificultades. El simple hecho de ser un espacio seguro de escucha puede fortalecer la relación y ayudar a que se sientan más capaces de lidiar con el estrés.
Sobre lo mismo, Céspedes agrega que “el factor fundamental para sostener el bienestar de los hijos durante la tensión de finalizar el año es la capacidad de comunicación efectiva. Se trata de ciencia y arte, ya que no solo requiere de conocimientos sino también de voluntad de escucha, mente abierta - descartar prejuicios, evitar juzgar - y respeto por los hijos. La comunicación efectiva consolida y refuerza los lazos vinculares, repara heridas emocionales y dota al adulto de verdadera autoridad ante los hijos, una autoridad por ascendiente y no por subordinación”.
El rol de los adultos a cargo en los últimos meses del año escolar es crucial para que los estudiantes puedan cerrar este ciclo de manera positiva y sana. A través de la validación del cansancio natural, la creación de rutinas equilibradas, el fomento de la autonomía y el cuidado personal, se les puede proporcionar el apoyo necesario para enfrentar este desafío. La clave está en acompañar, no controlar; motivar a través de pequeños logros y promover el diálogo y la confianza.
Con una combinación de empatía, estructura y apoyo emocional, las familias pueden convertir estos últimos meses del año escolar en una oportunidad no solo para lograr los objetivos académicos, sino también para fortalecer la resiliencia, la responsabilidad y el bienestar emocional de los hijos.
Paula Reyes Naranjo, periodista