Estadísticas de los últimos años muestran que en Chile hay un importante aumento en la matrícula de estudiantes con diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista (TEA). Desde el Programa de Integración Escolar (PIE) se ha analizado el fenómeno y observado que existe un incremento superior a 700%, dato que lo instala como la segunda Necesidad Educativa Especial (NEE) de carácter permanente con más crecimiento, así como la segunda más prevalente. La información convoca a tomar una actitud activa para atender a los escolares con esta condición, sin duda, una meta para la comunidad educativa en su conjunto que se enlaza con los lineamientos de la Ley de Autismo 21.545.
Antes de adentrarnos en esas pautas, es importante saber de qué hablamos cuando decimos TEA. En concreto, el Trastorno del Espectro Autista es una afectación del desarrollo neuronal que comienza a manifestarse a muy temprana edad. Corresponde a una condición permanente que influye, principalmente, en la manera de comunicarse y regular los pensamientos; a partir de lo anterior, las conductas y capacidades de interacción social se dificultan; muchas veces, hay comportamientos que pueden ser inapropiados, una situación que lleva al aislamiento y también a sufrir acoso (bullying).
Entre quienes presentan TEA también puede haber complicaciones para empatizar o comprender lenguaje simbólico. A su vez, hay pensamientos y movimientos repetitivos, por ejemplo, balanceos. Lo cierto es que el trastorno se hace patente de maneras diversas; cada caso es particular y he ahí la razón de por qué se habla de espectro autista.
Dado lo anterior, los escolares que tienen esta condición requieren que los equipos docentes apliquen acciones particulares para atender sus necesidades y potenciar las cualidades que les ayuden en su desarrollo social y académico. Previo a cualquier acción, sin embargo, lo primero es conocer e identificar los grados de autismo. Y sin olvidar que el diagnóstico debe ser realizado por un profesional, los educadores pueden valerse de la siguiente orientación general.
Se habla de TEA grado 1 si el problema es leve: el niño o niña tiene interés por la interacción social aun cuando se le hace difícil iniciarla, algo que se evidencia, por ejemplo, cuando sus respuestas o intervenciones en una conversación son inadecuadas o erróneas, no mantiene contacto visual con quien le habla o no respeta instrucciones en el caso de un juego. En este segmento también es usual tener problemas cuando las rutinas cambian o hay escenarios desorganizados.
El nivel intermedio en el Trastorno del Espectro Autista o grado 2 se manifiesta con una intensificación de los problemas de comunicación e interacción recién descritos, es por eso que la búsqueda de contacto con otras personas ocurre solamente cuando el tema es de interés del afectado. Los niños y niñas con TEA en grado 2 suelen mostrarse ansiosos o molestos ante un cambio de rutina; asimismo, sus conductas repetitivas o restrictivas son más notorias e intensas, algo que, muchas veces, altera a quienes están en su entorno.
El grado 3 es el nivel más alto del espectro. Las personas en esta condición tienen una comunicación muy restringida, por ejemplo, con uso de pocas palabras o una expresión oral incomprensible. La interacción con el otro solo sucede si existe contacto directo, se presentan obsesiones con objetos o estímulos, y los movimientos repetitivos o las restricciones llegan a tal intensidad que interfieren en diferentes aspectos de la cotidianidad.
Es usual que los escolares con TEA, especialmente aquellos con grado leve, no hayan sido diagnosticados antes de su escolarización. Es común, asimismo, que durante los primeros años de colegio, el comportamiento atípico que revela la condición se haga patente con más claridad o entregue las alertas. Ahí está la importancia de que el educador sepa detectar un posible caso del trastorno entre sus estudiantes, para derivarlo a los profesionales indicados del establecimiento. Esto es mucho más factible cuando se trata de un colegio o escuela adheridos al Programa de Integración Escolar, sistema donde cuenta con apoyo directo de expertos. Otros establecimientos reciben niños con Trastorno del Espectro Autista sin ser parte de este sistema y cuentan con especialistas que realizan el apoyo fuera del aula. A su vez, existen colegios donde solo se reciben niños neurotípicos, grupo que puede incluir aquellos niños con TEA leve no diagnosticado. En cualquier escenario, el profesor puede poner en práctica las acciones que optimicen los procesos de aprendizaje de estos alumnos. ¿Cómo? Con flexibilidad y respeto por sus ritmos al incluir adaptaciones de contenido curricular, tareas, rutinas y espacio, siempre valorando y comprendiendo las necesidades de sus estudiantes.
Al consultar con especialistas que se dedican a tratar personas que están dentro del espectro autista, y puntualmente trabajan con escolares y docentes, sobresale la idea de recalcar que las necesidades educativas de este grupo son múltiples y van desde la adaptación al establecimiento educacional, hasta la socialización, pasando por acciones específicas por asignatura (como la escritura), la atención focalizada y la contención en casos de alteración en las funciones ejecutivas. Así lo expone la psicopedagoga Fabiola Fariña, directora del Centro EFES. La especialista añade que estos requerimientos siempre deben ser abordados desde el establecimiento educacional con protocolos capaces de orientar a toda la comunidad educativa. Pero si nos situamos en el aula propiamente tal, se hace necesario considerar las exigencias particulares de estudiantes TEA.
Nathalia Pérez, psicóloga del Centro EFES, comenta por su parte que lo principal es poder conocer muy bien a todos los alumnos para dar la respuesta educativa eficiente y oportuna. Acciones puntuales que se pueden considerar son elaborar protocolos para enfrentar desregulaciones emocionales, establecer periodos de adaptación más extensos, sensibilizar a la comunidad educativa y realizar las adecuaciones curriculares necesarias. “Los profesores deben y requieren capacitación en relación con las necesidades educativas especiales, pero desde la práctica, más que desde la teoría”, dice la profesional.
Precisamente con foco en lo concreto, a continuación revisamos algunas fórmulas para aplicar en la sala de clases cuando hay uno o más escolares con algún grado de autismo.
Rutinas y estructura
Son importantes porque las personas TEA requieren un entorno predecible o que brinde expectativas claras, algo clave para su seguridad emocional. En esta línea es muy útil:
Establecer un saludo en el aula para comenzar la jornada y una despedida para el momento de acabar el horario de la clase. Si se hace necesario hacer cambios en la rutina, procurar entregar suficientes señales verbales de aviso previo. Crear una agenda de actividades del día con pictogramas (fotos o dibujos). El efecto es que permite que el niño o niña tenga claro qué acciones o actividades se realizarán.
Lenguaje claro
Hablar a los alumnos sin expresiones que puedan resultar confusas. Asimismo, elegir frases directas y positivas:
Camina (en lugar de no corras).
Quédate sentado (en lugar de no te pares).
Hagamos silencio (en lugar de no hablen).
Dado que las personas TEA tienen problemas para reconocer emociones o señales socioemocionales en los demás, y por eso suelen actuar de manera inapropiada, es necesario expresarles lo que sentimos:
Estoy contento/a,
Estoy molesta/o.
Potenciar aprendizaje y destrezas
Los estudiantes TEA suelen ser personas con altas capacidades en algunos ámbitos. Detectar sus áreas de interés e incluirlas en las actividades o tareas es una estrategia para captar la atención de estas niñas y niños, al tiempo que se favorece el desarrollo de sus habilidades sociales.
Potenciar las destrezas motoras finas del alumno con ejercicios o juegos en los que se requiera abrir y cerrar las manos, usar una pinza para coger elementos e introducirlos en una caja o tomar objetos, pellizcarlos, tocarlos o presionarlos, permitirá, por ejemplo, ayudarlos a escribir. Usar apoyos visuales, incluidos los videos y los libros con historietas, ayuda a mejorar la comprensión de las materias expuestas. El mismo efecto se aprecia para situaciones sociales, promoviendo incluso que el niño o niña imite conductas adecuadas. Una sugerencia: si se advierte que al alumno le agrada un determinado animal, que este protagonice historias o situaciones explicativas dadas en la clase.
Apoyo emocional
Sentar al alumno o alumna cerca del educador y facilitarle un lugar de trabajo que le resulte agradable, con espacio suficiente y sin distractores directos, son dos acciones útiles para prestar oportunamente la atención que el niño o niña requiere, también para observar sus necesidades e interacciones con su entorno, y además hacerlos sentir más seguros.
De lo anterior deriva otra estrategia de apoyo: identificar compañeros afines con el alumno TEA y crear con ellos un grupo especial con el fin de que lo guíen en lugares abiertos, como el patio del colegio, o en instancias de transición, como es el caso de los cambios de sala. Este recurso facilita el manejo de las emociones en contextos menos estructurados.
Establecer planes de apoyo para momentos de estrés y “espacios seguros” va en la misma línea. Un buen ejemplo es determinar un área de la sala de clase donde el alumno pueda relajarse y calmarse, mejor aún si es en compañía de un compañero con el que tenga una buena relación.
La intervención a través de estas fórmulas y, por supuesto, con la participación de los educadores, es clave para lograr la interacción social. Las especialistas de Centro EFES recalcan que también se requiere mediar para resolver conflictos y enfrentar momentos cruciales para un niño con condición de Trastorno del Espectro Autista. Algunos de estos son: ingreso a un establecimiento educacional, cambio de docente, estrés sensorial, desregulaciones emocionales, actos y celebraciones, ensayos del plan de seguridad, casos de bullying y cambios de rutina.
El lenguaje directo, el juego y el apoyo de imágenes que hablen del problema o la situación son útiles en cada instancia. Un ejemplo: si hay un cambio en el horario de una actividad, será positivo mostrar una imagen de esta y moverla para señalar cómo se modifica su ubicación, por ejemplo, en un esquema gráfico del itinerario que tengan respecto del día o la semana.
Algunas precauciones
Trato igualitario. Los resguardos a tener en cuenta con alumnos TEA deben ser los mismos respecto de los que se contemplan con todo niño o niña: respeto, inclusión e igualdad de oportunidades. En definitiva, la interacción con ellos debe ser como la que se tiene con cualquier otro escolar, tanto como resulte posible.
Cuidar los estímulos. Las personas con autismo pueden presentar aversiones específicas, por ejemplo, a algunas texturas o ciertos sonidos. Observar si el alumno presenta una conducta de este tipo es primordial para evitar o aminorar los estímulos que la detonan, también procurar ambientes seguros cuando estos sean inevitables.
Al momento de elegir. Dentro de un contexto seguro también está simplificar la toma de decisiones: si el alumno tiene que seleccionar algo, es aconsejable entregar solo dos alternativas.
Comunicación con los padres. Hablar regularmente con ellos será útil para estar al tanto del estado del estudiante y, además, alcanzar juntos el éxito en todas las medidas expuestas.
Como se ha visto, tener uno o más alumnos con TEA dentro del aula supone un desafío, pero también una oportunidad para el profesor y los integrantes de su clase. La sociedad es diversa y la presencia de niños o niñas con autismo, así como con cualquier otra condición, puede sensibilizar respecto de la diferencia y propicia su aceptación, contribuyendo así al enriquecimiento social y emocional de toda la comunidad educativa.