Entre los consejos que se repiten a la hora de hablar de cómo despertar el gusto por la lectura y promover las capacidades lectoras desde la infancia, se encuentra con especial figuración la existencia de una zona del aula donde la literatura en sus diferentes expresiones esté al alcance de los preescolares y escolares.
La relación entre estos espacios y los buenos hábitos en torno a los libros han sido avalados por investigaciones académicas desde hace décadas. En algunos informes se observan interesantes conclusiones, por ejemplo, que los estudiantes que cuentan con colecciones de libros en sus clases leen 50% más respecto de aquellos que no tienen el recurso. Asimismo, se ha encontrado una relación positiva entre el número de libros leídos, la comprensión lectora y la inclinación hacia la lectura.
Teniendo claro lo importante que es contar con rincones lectores, la pregunta que surge es cómo crear ese espacio. Maili Ow, profesora de Filosofía y Castellano de la Universidad Católica de Chile, Doctora en Didáctica de las Lenguas y la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid, y jefa de programa en el Diplomado de Literatura Infantil y juvenil de la Universidad Católica, comenta que un espacio de lectura en la sala de clases debe ser luminoso y lúdico. A su vez –afirma la académica– “es necesario que tenga áreas donde sentarse, en lo posible, equipadas con sillas, cojines y alfombras”.
¿Cómo se sugiere crear la zona de lectura?
Según comenta la docente especialista en literatura infantil, es ideal si se trabaja con los alumnos: “Que sean ellos los que vayan dinamizándola con sugerencias, lecturas, recomendaciones, regalos lectores, etc. También pueden hacer instalaciones asociadas a libros y que los mismos niños alimenten el entorno con objetos vinculados al libro de la semana, por ejemplo”.
Diseñar el rincón lector en conjunto con los estudiantes genera ilusión y expectativas. También es conveniente conversar acerca de los títulos que tendrá, qué autores o temáticas incluirá, cómo será usado el espacio y cómo se lo imaginan: colores, mobiliario, adornos, etc. Tan importante como lo anterior es conversar respecto de lo que les genera leer, por ejemplo, hablar de cómo nos sentimos cuando leemos o escuchamos un cuento. También es recomendable invitar a reflexionar en torno a cómo nos sentimos cómodos para leer.
Una vez lista la zona de lectura, se sugiere invitar a que los niños sean parte de su mantención, no solo del orden o cuidado de libros, también respecto de las obras que pueden incorporar. Con estas acciones, ellos sentirán que juegan un papel importante y lo mismo ocurrirá si se les consulta acerca de decisiones relacionadas con normas específicas del uso de este lugar, por ejemplo, para préstamos o actividades que se puedan hacer en el espacio de lectura.
Teniendo un panorama general, ahora veamos más en detalle las claves de una buena zona de lectura en el aula:
¿Dónde ubicarla?
La respuesta es una: un lugar de la sala donde los libros puedan estar expuestos permanentemente. Sirve, por ejemplo, una esquina poco transitada pero visible. También es importante que sea un punto con buena iluminación, un sitio con ventana por donde entre la luz natural será ideal.
Junto a todo lo anterior, debe ser suficientemente amplio para ubicar repisas u otro mobiliario que sirva para contener los libros y recibir a los lectores.
Accesible
En el rincón lector, los alumnos podrán escoger los libros que quieran y cuando quieran. Para facilitar que esto ocurra todos los elementos deben estar dispuestos de manera tal que puedan moverse por el espacio sin problemas ni ayuda de un adulto.
Para dar mayor acceso, es útil incluir carteles informativos, ya sea con palabras o imágenes, acerca de lo que es posible encontrar en este rincón específico; es una fórmula que incentiva a descubrir los libros y, al mismo tiempo, orienta.
Aun cuando la zona de lectura se puede disponer como un espacio siempre disponible, también se puede establecer una rutina común que permita que los estudiantes la visiten en determinados momentos del día.
Agradable y cómoda
Si la lectura se desarrolla en un entorno acogedor y se convierte en una instancia placentera, los niños pasarán ratos largos disfrutando con los libros.
Para sumar comodidad, el lugar puede tener cojines y asientos acordes al tamaño de sus usuarios. Idealmente, se sugiere incluir una alfombra o mat de goma, elementos que no solo ayudan a delimitar el espacio, sino que permiten sentarse o acostarse confortablemente en el suelo mientras se interactúa con los libros, todo esto, al tiempo que se transmite la idea de que leer es una instancia de relajo y disfrute.
Haya o no iluminación natural, una lámpara será muy útil para dar mayor luz y calidez. Y como un toque acogedor y fresco, una linda planta será fantástica para la decoración.
Ordenada
El uso de estantes, repisas, canastas u otro tipo de elemento para contener los libros es fundamental a la hora de mantener el orden del espacio, un concepto clave para que los niños puedan explorar el lugar de manera adecuada y eficiente, así como desarrollar la lectura de manera concentrada.
Es conveniente acordar que los mismos alumnos mantengan esa armonía en el afán de que el espacio sea agradable y se cuiden los textos.
Dinámica e interactiva
Que la zona de lectura en el aula sea un espacio vivo es clave. Hablamos de un lugar que constantemente sorprenda con nuevos títulos y sea capaz de despertar la curiosidad de los estudiantes. En esta línea, pueden desarrollarse exhibiciones de autores, temas o personajes. También es entretenido incluir un panel donde exponer dibujos u otros trabajos relacionados con los libros que los niños han leído.
Consideraciones según la edad
Hasta los dos años de edad: En esta etapa, leer es exploración sensorial: los libros se tocan y usan como juguete, el niño los lanza, los mueve, huele sus páginas, se los lleva a la boca y escucha sus historias o recursos de sonido. Ante esto, lo esencial es dejarlo fluir en esa interacción con el libro. Por eso, el rincón de lectura siempre debe tener:
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Libros al alcance de cada lector, por ejemplo, en canastas sobre el suelo o en un mueble cercano al piso.
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Alfombra o mat de goma.
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Muebles seguros, ya sea fijados a la pared o de ruedas con freno.
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Ausencia de elementos que puedan caer.
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Libros que inviten a explorar, tocar y jugar. Son útiles los de tela y cartoné, aquellos con texturas, sonidos y recursos como espejos; por supuesto, también los que incluyen ilustraciones llamativas.
De tres a seis años: Durante estas edades, en la interacción con los libros se aprecian conductas de imitación respecto de quien lee. Al mismo tiempo, los niños usan el libro con propósito de lectura: simulan leer si aún no saben, hablan acerca de las ilustraciones que contiene el recurso, indican lo que observan y narran la historia a su manera. En esta fase, el rincón lector debe:
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Incluir un mobiliario para que el niño se relacione con los libros cómodamente: estante y asientos de tamaño acordes a la edad de los usuarios.
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Incluir libros de materiales durables y resistentes, como el cartoné.
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Disponer los libros de manera que se vea su portada o cubierta.
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Considerar libros con historias que el niño conozca o con las que se puede identificar.
De siete a 12 años: En esta fase, los niños y niñas desarrollan una lectura convencional, pues ya conocen el código escrito. Es una etapa en la que se forja el hábito lector, por lo tanto la zona de la lectura debe:
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Ser suficientemente cómoda para sentarse a leer y pasar un tiempo más extenso con el libro. Son indispensables los cojines y alfombras, muebles como sillas y mesas, sofás o sillones.
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Tener una variedad de lecturas infantiles, tanto de literatura como informativas, apropiada para los intereses y necesidades de su etapa de desarrollo.
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Incluir carteles o letreros que sirvan para identificar el material disponible, de manera que con esa orientación los niños puedan explorar y elegir lo que quieren ver y leer.
Cuatro buenos libros para la zona de lectura en el aula
Viaje Literario es la colección de literatura infantil y juvenil de editorial Caligrafix compuesta por relatos e imágenes inolvidables que, sin duda, son excelentes alternativas para implementar el catálogo de un espacio de lectura en la sala de clases. Algunos de los últimos títulos publicados son:
El llamado del viento. Buena opción para la primera infancia, este libro impreso en cartoné cuenta con textos de Pilar Muñoz e ilustraciones de Matías Acosta. Relata la historia de dos zorritos que se quedan en su cueva mientras su mamá sale a buscar comida y, en lugar esperarla, se van a jugar. Es un cuento con delicadas y expresivas imágenes en las que se aprecian personajes inspirados en la Patagonia. Asimismo presenta una situación cotidiana que refleja la complicidad de los cachorros con su madre.
Llegar. Con textos e ilustraciones de Sebastián Santana, es un libro álbum recomendado para niños a partir de seis años. Tiene expresivos personajes y su relato conquista a lectores de diferentes edades, de acuerdo a su nivel de lectura y comprensión. Se inspira en la formación de la obsidiana emergida del magma de la tierra y representa la experiencia de un viaje, constituyendo una metáfora sobre la fuerza del amor y una invitación a luchar por los sueños.
Blanca. Para lectores desde los siete años, esta obra de Claudia Prezioso es un libro narrado en lenguaje poético y con expresivas ilustraciones que transita por la cosmovisión de pueblos originarios. Su protagonista desaparece en una oscura noche y, entonces, dos grandes amigos inician una aventura para descubrir dónde se ha ido.
Pedro y su TOC. Para lectores a partir de los siete años, este libro escrito por el psicólogo Tomás Miño e ilustrado por Leo Griss, cuenta la historia de Pedro, un niño de 12 años que tiene una gran preocupación que no ha compartido con nadie. Un día habla acerca de eso con sus padres dando inicio a su proceso para vencer al TOC. Destaca como una obra que entrega información sobre la terapia cognitivo conductual mediante un lúdico mensaje.
Las opciones para crear, mantener y hacer cada vez mejor el espacio de lectura en el aula son tantas como deseos de integrar el hábito y el gozo lector existan. La invitación, entonces, es a dar importancia a este espacio y transformarlo en una zona de disfrute que, sin duda, traerá grandes satisfacciones durante el proceso y también el día de mañana.