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Experimentar para aprender

¿De qué manera influye en el aprendizaje incorporar actividades de experimentación en la sala de clases? ¿Cuáles son los aspectos que identifican a esta metodología? ¿Por qué es necesario dedicarle tiempo a esta fórmula? Son preguntas que trascienden a la asignatura de ciencias. No se debe olvidar que el ser humano aprende experimentando con su realidad desde que llega a este mundo.

Prácticamente, la mayoría de las experiencias de aprendizaje tienen su inicio en la observación, ya sea de materiales, de hechos o de ideas. Eso permite al niño o niña recoger información para luego ir realizando operaciones mentales que le ayudan a reconocer características y a agruparlas según semejanzas y diferencias.

Según comenta Paulina Aceituno, profesora de Educación General Básica y educadora de párvulos, actualmente directora de la carrera de Educación Parvularia de la Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar, la experimentación, puntualmente, permite a los pequeños anticipar respuestas, levantar inferencias y formular sus propias hipótesis, todo a partir de sus observaciones. Posteriormente, las probará convirtiéndose así en un pequeño científico.

La psicopedagoga Isabel Rivera, actual directora de la carrera de Psicopedagogía vespertino de la misma casa de estudios, concuerda y señala un punto que invita a destacar especialmente: el aprendizaje a través de experimentación resalta no solo por el descubrimiento de nuevos conocimientos, estos van acompañados de una reflexión constante sobre lo aprendido.

La académica recuerda, además, que dada la naturaleza de los procesos cognitivos –adquisición de nuevos conocimientos– es necesario siempre considerar mente, alma y cuerpo. “La mayoría de las veces, en el aprendizaje formal no se incluyen estos tres elementos y, de alguna manera, eso lleva a que el proceso sea superficial, siendo considerado mayoritariamente más un ‘estudio’ que un aprendizaje”. De esa forma –explica– el estudiante siente que estudia, pero no aprende.

Desde prebásica

Un aspecto esencial de la fórmula “experimentar para aprender”, según agrega Paulina Aceituno, tiene como aspecto clave la observación y la experimentación activa, es decir, la metodología recoge las características del aprendizaje de los niños pequeños, que aprenden en forma concreta a través de la manipulación y el hacer.

Por lo anterior, no resulta extraño que la experimentación sea una fórmula de enseñanza común para preescolares y el primer ciclo básico, no obstante sería necesario que en esta etapa se intencione más, “desde la necesidad de relevar cómo aprenden los niños y niñas, donde esta metodología calza perfectamente e incluso desescolariza la educación inicial”, dice la educadora.

Isabel Rivera comparte la idea de que en niveles escolares de prebásica y primer ciclo básico se utilice bastante esta forma de trabajo, ya que los estudiantes son concretos para pensar, para poder ir construyendo aprendizajes, por lo tanto requieren de la manipulación de los objetos, lo que desde un aprendizaje experiencial les favorece bastante. Este considera todas aquellas particularidades de la edad con los elementos que entrega el entorno, permitiendo la construcción y experimentación de situaciones comunes dentro de una sala de clases. En sus primeros años eso les permite ir utilizando ciertos procedimientos para dar respuestas y explicar fenómenos cotidianos de su mundo. Mediante la experimentación, refuerza la psicopedagoga, los niños y niñas ponen en práctica los conocimientos adquiridos. De esta forma, además, utilizan muchas otras habilidades del pensamiento, como por ejemplo, explorar, analizar, observar, crear, generar hipótesis e, incluso, el desarrollo del pensamiento crítico, creativo y reflexivo.

“Quisiera destacar que, pese a que la educación inicial utiliza bastante esta metodología, debiera estar en todos los niveles escolares, pues el aprendizaje siempre debiese adquirirse desde la acción, la investigación y la utilización de todos los sentidos. Este tipo de actividades nos permite salir de lo descriptivo en una sala de clases y pasar a lo vivencial. No es enseñarles a los estudiantes las fracciones desde un dibujo dividido en cierta cantidad de partes, sino que ellos experimenten las fracciones desde dividir una manzana real, una pizza, etc. Es pasar de enseñar la traslación y rotación de la Tierra con dibujos en la pizarra, a utilizar un experimento que permita entenderla de manera más significativa y clara”, agrega Isabel Rivera.

Basarse en la realidad

Siguiendo la idea anterior, no se debe olvidar que las personas, desde que nacen, comienzan a experimentar con su entorno, involucrándose desde el hacer, a través de la curiosidad. Por lo tanto, es algo natural en los seres humanos, pero al mismo tiempo, algo que, lamentablemente, en escuelas tradicionales se pierde. Es importante destacar, entonces –dice la psicopedagoga–, que todos los conocimientos que se enseñan en los colegios provienen de una experiencia, cada fórmula que se enseña en matemática tiene una explicación en la realidad, surge desde una necesidad vivencial, por lo tanto, no debiese alejarse este conocimiento-contenido de ese contexto que lo originó. Las actividades de experimentación traen esa realidad a la escuela, no se debe separar aquello que se aprende dentro de la sala de clases de aquello que se utiliza fuera del colegio o jardín infantil.

“Para poder llevar a cabo estas actividades, lo primero y más importante es tener claridad respecto de lo que se busca enseñar. No se trata de realizar actividades experienciales por hacerlas, sin un fin educativo. La intención es utilizar nuestra realidad y los conocimientos para dar respuesta a situaciones del día a día. Para lograr esto, la labor del docente es fundamental, pues implica mayor planificación de la clase, considerando la puesta en práctica de los objetivos curriculares.

De esta forma, el docente y los estudiantes se vuelven completamente activos en la construcción de significados nuevos, procesamiento, reflexión y, principalmente, en la transferencia del aprendizaje a otras situaciones”, agrega Isabel Rivera.

Cabe mencionar que niños y niñas necesitan dedicar mayor tiempo para llevar a cabo estas actividades y eso puede estar en contraposición con los hábitos adquiridos durante la educación tradicional, siendo esto una de las principales complejidades a las que se debe hacer frente para implementar la experimentación en el aprendizaje.

De igual modo, como dice Paulina Aceituo, no es una metodología compleja de implementar: “Se requieren materiales bastantes básicos, muchos provienen del medio y se encuentran en todas las casas, hablamos de coladores, paletas, azúcar, agua, harina, papeles de colores, distintos envases y tiestos, verduras, frutas, lápices, hojas, tierra de color y jalea, entre otros”.

No solo ciencias

Es importante aclararlo para no confundirse: la experimentación y el aprender experimentando no tienen solo que ver con ciencias. Al hablar de experimentar no se debe perder el foco de que se trata de la manera cómo aprende el niño, por lo tanto, es una metodología posible de usar en cualquier ámbito y núcleo, también en distintas modalidades curriculares, según lo explica Paulina Aceituno.

Y va desde lo básico. Bastaría con volver a mencionar que los bebés descubren el mundo a través de sus sentidos y de la interacción con los objetos, eso es lo que los contacta desde muy pequeños con la observación, la manipulación, la resolución de problemas y la experimentación. Lo importante es propiciar los espacios para que se realicen estas actividades y se disfrute su hacer, agrega la profesora.

Dicho lo anterior, tampoco es un error asociar experimentación con ciencia. Corresponde al medio más común para llevar a cabo este tipo de actividades, puesto que da respuesta a conocimientos verificables. Por lo tanto, dice Isabel Rivera, debiese ser la metodología utilizada en todas las asignaturas escolares que sean una ciencia; en ciencias de la naturaleza y matemática, por ejemplo, por medio de casos, proyectos, talleres, experimentos propiamente tales y trabajo colaborativo, entre otros recursos.

“Si bien, la experimentación debiese ponerse en práctica en todas las asignaturas escolares, no se puede negar que hay algunas en las que es más viable que en otras, debido a que es más explícita su experimentación. Áreas como lenguaje, historia y geografía, están más enfocadas en el desarrollo de habilidades lingüísticas en los estudiantes, pero –una vez más– no debemos olvidar que todos los contenidos vistos en esas materias vienen de un mundo real, tan real como el que viven cada vez que salen de su sala de clases e, incluso, estando en ellas. Nada debiese ser enseñado desde lo ajeno, de lo poco cotidiano, ya que eso solo conlleva a alejar cada vez más a nuestros estudiantes de los contenidos curriculares, logrando que sean incapaces de conectar lo tratado en clases con su mundo cotidiano. No hay que olvidar que la construcción de aprendizaje por medio de esta metodología obliga al estudiante a indagar sobre su realidad, a ser activo, a tomar decisiones, a reflexionar y a razonar desde su propia experiencia, elementos que pueden transferirse a los aprendizajes de todas las asignaturas escolares”, asegura la académica.

Como se ha visto, incorporar actividades de experimentación en el aprendizaje implica sí o sí una construcción de significados y de momentos. Isabel Rivera concluye que aquello ocurre en un contexto donde las personas se involucran desde la mente (cognición), el alma (emociones) y el cuerpo (haciendo), “lo que fortalece el proceso, entregándole mayor significado y, por supuesto, mayor experiencia. El aprendizaje experiencial, en definitiva, mezcla la actitud, la cognición, la forma de ver las cosas junto con la experiencia, para la construcción de nuevos conocimientos, siempre desde la base de vivencias previas. Por lo tanto, es la manera más natural y común de crear aprendizajes”.