Categorías
Áreas del aprendizaje
Nivel escolar
Aplicaciones
Nosotros
ApoderadosEducadoresDistribuidores
Aprendizaje social: el valor del entorno

El ser humano, desde que nace, es un ser social y está destinado a vivir en un mundo donde necesita relacionarse con otros. Ese ser social se va desarrollando como tal poco a poco y a través de la interacción en un proceso continuo de socialización. ¿Cuáles son los alcances de este tipo de aprendizaje? ¿Cómo manejarlo adecuadamente? Son preguntas cuyas respuestas sirven a padres y profesores por igual.

Para otorgar un marco teórico a este interesante tema, se puede hablar del descubrimiento de las neuronas espejo, que apoya biológicamente el aprendizaje social. Aunque la investigación está en sus inicios, el hallazgo de estas células nerviosas en primates puede constituir una base neurológica para la imitación. No obstante, se habla de aprendizaje social desde hace décadas. El psicólogo Albert Bandura formuló la Teoría del Aprendizaje Social (TAS) en 1977. En ella se establece que el elemento social puede dar lugar al desarrollo de un nuevo aprendizaje entre los individuos. La TAS resulta útil para explicar cómo las personas pueden aprender y desarrollar conductas mediante la observación de otros individuos. De acuerdo con la idea de Bandura, gran parte del aprendizaje humano se hace a través de la observación del comportamiento de otra persona que actúa como modelo; asimismo, el comportamiento de las personas puede ser determinado por su entorno.

María Francisca Murra, psicopedagoga del Centro CRECE, precisa que Bandura toma las teorías del aprendizaje conductista sobre el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante, sin embargo, añade dos ideas importantes: los procesos de mediación se producen entre estímulos y respuestas, y la conducta es aprendida desde el medio ambiente a través del proceso que se llama aprendizaje por observación.

Un ejemplo del aprendizaje social es el fútbol, donde los niños, incluso sin saber jugarlo, sabrán qué hacer con el balón, porque han visto a otros realizar esta acción. Ocurre que los niños toman como referencia a las personas que tienen en su entorno –padres, profesores, hermanos mayores, personajes de la televisión o los famosos youtubers– repitiendo así los comportamientos que ven en estos. Ellos eligen el modelo, lo observan atentamente, memorizan y evalúan si les compensa imitarle o no. Estos patrones, además, proporcionan ejemplos de comportamiento para observar e imitar, por ejemplo, masculino y femenino o pro y anti-social.

papa-bebe.png

Teoría cognitiva social

El aprendizaje social toma en cuenta los procesos de pensamiento y reconoce el papel que desempeñan al decidir si un comportamiento debe ser imitado o no. Como tal, proporciona una explicación más completa del aprendizaje humano, reconociendo el papel de los mecanismos mediadores. Sin embargo, aunque puede explicar algunos comportamientos bastante complejos, no puede argumentar adecuadamente cómo desarrollamos toda una gama de comportamientos, incluyendo pensamientos y sentimientos. Tenemos mucho control cognitivo sobre nuestro comportamiento y solo porque hemos tenido experiencias de violencia no significa que tengamos que reproducir tales conductas. Es por esta razón que Bandura modificó su teoría en 1986 y la renombró Teoría Cognitiva Social, como una mejor descripción de la forma en que aprendemos de nuestras experiencias sociales.

En definitiva, la Teoría del Aprendizaje Social no es una explicación completa de todo comportamiento y esto es particularmente cierto cuando no hay un modelo de rol aparente en la vida de la persona.

Modelos: buen y mal ejemplo

Se aprenden conductas sociales consideradas adecuadas dentro del contexto donde se encuentra la persona, según normas y valores que rigen en ese ‘escenario’: “A medida que los niños maduran física, cognitiva y emocionalmente, buscan su independencia de los adultos, por lo que el necesario paso del control externo al autocontrol hace imprescindible la interiorización de esas normas y valores”, dice Yamila Naim Jélvez, psicóloga clínica, educadora diferencial, terapeuta familiar y especialista en infancia y adolescencia. La profesional explica que el aprendizaje observacional de los factores del entorno del que habla la TAS se puede aplicar así al desarrollo de comportamientos morales, es decir, que cuando los niños crecen y aprenden, la evolución de la moral se puede remontar a lo que encontró en su propio medio. Los niños aprenden por imitación y modelo. De esta manera, el comportamiento de los adultos que los rodean es crucial. Por ejemplo, si el adulto tiene un comportamiento altruista en el medio en el que se desenvuelve, lo más probable es que este tipo de conducta también sea desarrollada por modelaje en el niño. Lo anterior explica que con la ayuda del aprendizaje social el niño logra controlar su conducta, emociones, pensamientos y ajustarlos para satisfacer las demandas, de una situación en particular.

Sabemos que distinguir entre lo bueno y lo malo es fundamental para vivir en sociedad. El sentido moral es el conjunto de valores que rigen el comportamiento y, mediante ellos, las personas deciden qué está bien y qué es lo que no es adecuado. Verónica Fabijanovic, psicopedagoga especialista en trastornos del aprendizaje comenta que, siendo muy pequeño, el niño no sabe distinguir bien lo bueno de lo malo, solo a medida que va realizando interacción con su medio podrá discernir de acuerdo a lo aprendido. “Diferenciar lo bueno de lo malo ocurre a través del proceso de socialización, el cual permite que los menores interioricen las normas sociales que ayudan a distinguir entre el bien y el mal. Es en este punto donde la interacción entre padres e hijos, en la vida diaria, facilita esta transmisión de valores. Vale saber, además, que entre los seis y los diez años, los niños comienzan a sopesar y a analizar los motivos y las consecuencias de sus acciones”.

Yamila Naim añade que algunos factores que inciden en esta evolución moral son: desarrollo de la inteligencia, creciente poder de interiorización (la asimilación de lo que ve y se le dice), gran número de oportunidades de participación y desempeño de nuevos papeles en cada uno de los ámbitos en los que se desenvuelve. Esto los hace mucho más independientes y autónomos.

Verónica Fabijanovic comenta, a su vez, que a algunas personas les preocupa que los niños puedan aprender malas conductas, como las agresiones en los video juegos, películas, videos en línea o el mal vocabulario de youtubers. Sin embargo, la gente alrededor del niño responderá al comportamiento que imita con refuerzo o castigo (consecuencia negativa). Si un niño imita el comportamiento de un modelo y las consecuencias son gratificantes, es probable que continúe realizando dicho comportamiento. Por ejemplo, si la hermana menor ha observado a su hermana mayor y sabe que es recompensada por un comportamiento particular, es más probable que repita ese comportamiento ella misma.

También es importante saber que el refuerzo puede ser externo o interno, positivo o negativo. Si un niño quiere la aprobación de sus padres o compañeros, esta aprobación es un refuerzo externo, pero sentirse feliz de ser aprobado es un refuerzo interno. Un niño se comportará de tal manera que considere que ganará la aprobación porque eso es lo que desea. El niño también tendrá en cuenta lo que les sucede a otras personas al decidir si copiar o no las acciones de alguien, por lo tanto, el niño, según el refuerzo que observe o reciba, podrá discernir entre un buen o mal ejemplo.

Reforzamiento y castigo

Ante un buen comportamiento, se debe entregar sí o sí un refuerzo positivo para que este se vuelva a repetir, para que se adquiera. Verónica Fabijanovic ejemplifica: “Si quiero que mi hijo lea y encuentre interesante el leer, debo tener libros en mi casa acorde a su edad, que vea que yo leo, leerle sobre un tema o personaje interesante para él, y cada vez que lo vea leyendo, felicitarlo. Así refuerzo positivamente dicha conducta”.

papa-bebe.png

Yamila Naim lleva al caso contrario: “Cuando un niño o niña no realiza buenas acciones significa que está haciendo algo que no nos agrada a nosotros (los adultos), es decir, se trata de una valoración arbitraria. Quizás el niño presenta un problema de conducta o también puede ser que el problema no sea él, que se trate de la situación que lo rodea. Si lo que está afectando al menor es esto último, enfocarnos en que cambie solo logrará lastimarlo, mientras que nosotros nos sentiremos frustrados. En este sentido, si el pequeño realmente presenta un mal hábito que necesita ser modificado, es importante ayudarlo a desarrollar comportamientos más adaptativos.

Las técnicas de reforzamiento son uno de los pilares en cuanto a estrategias de modificación de conducta en niños. Estas técnicas no solo sirven para evitar problemas de conducta, sino que también pueden utilizarse para instaurar nuevos comportamientos deseados. Con este fin, una de las sugerencias es recompensar los buenos comportamientos e ignorar por completo las conductas problemáticas. La recompensa debe ser cosas o situaciones que el niño disfrute y valore como premio; un elogio, un cariño o una sonrisa pueden ser excelentes reforzadores positivos, así como actividades, ya sea ir al parque, jugar en el patio, visitar un zoológico o ver una película. También sirve un pequeño incentivo material, como cartas para aprender números o letras, láminas de colección de un álbum, etc. Otro aspecto importante es mostrar gratitud con los niños y mostrarles que estamos orgullosos de sus logros.

La lógica de este sistema dice que si respondemos al mal comportamiento con atención, lo que obtendremos será más comportamiento negativo, mientras que si prestamos atención a un buen comportamiento, obtendremos más de este. Ante todo es fundamental tener perseverancia, ser constantes y coherentes con el método, armarse de mucha paciencia y cariño, dicen los expertos.

Autorregulación

Ocurre cuando se observan las consecuencias del comportamiento. Algunas consideraciones básicas son:

  • El niño aprende al observar las consecuencias del comportamiento de otro, tiene conciencia, capacidad de decisión y de elección. Siempre tendrá en cuenta lo que le sucede a otra persona antes de decidir si copiar o no sus acciones.

  • La autorregulación se construye en el tiempo e involucra muchos aspectos del desarrollo social, emocional y cognitivo. También puede considerarse como la integración exitosa de la emoción (lo que un niño siente) y la percepción (lo que el niño sabe o puede hacer).

  • Los padres participan activamente de esto -dice Yamila Naim-, proporcionando estructura y predictibilidad, modelando el autocontrol y regulación en sus palabras y acciones, especialmente cuando se siente frustrado, molesto o entusiasmado. También ofreciendo oportunidades para la creatividad y el juego. Anticipando las transiciones y anunciando los cambios en las rutinas cotidianas. Ejemplo de esto es decirle: hoy iremos al doctor y después pasaremos a visitar a la abuela o ‘Camina, por favor’, en vez de ‘no corras’”.

**Identificación e imitación **

María Francisca Murra explica que la identificación se produce a través de un modelo, y consiste en copiar o adoptar comportamientos, valores, creencias y actitudes observadas en la persona con la que uno se está identificando. Se diferencia de la imitación, ya que implica actitudes y comportamientos, mientras que la imitación, por lo general, se trata de la copia de un solo comportamiento.

papa-bebe.png

En el aprendizaje social, el niño se debe identificar con su modelo para que ocurra un cambio en su comportamiento y así, un aprendizaje. Asimismo, el niño necesita que su modelo, en este caso el adulto, sea atractivo y de interés para él, también influyen cultura y entorno. Entonces, no cualquier adulto servirá de ejemplo para cualquier niño y en cualquier contexto.

Otro punto es que las personas tenemos conciencia, capacidad de decisión y de elección, por lo tanto, una vez adquirido el aprendizaje, el niño debe querer ponerlo en marcha y seleccionar esa conducta como la más adecuada en ese momento en función de sus objetivos. Los niños no observan de forma automática el comportamiento de un modelo y lo imitan, sino que hay un proceso de pensamiento antes entre la observación del comportamiento (estímulo) y la imitación o no del mismo (respuesta).

Para explicar este comportamiento, Bandura desarrolló el experimento del mono porfiado, en donde los niños observaban a un adulto ejerciendo violencia sobre el muñeco y cuando después se dejó a los niños jugar con el muñeco, ellos comenzaron a imitar las acciones agresivas que habían observado anteriormente.

Basándose en Bandura, Murray comenta que, afortunadamente, la mayor parte de la conducta humana se aprende por observación mediante modelado: “Esto evita mucho ensayo-error, puesto que el niño tiene la oportunidad de ver la situación, la ejecución de la conducta y las consecuencias”. La profesional agrega que se ha demostrado que los niños tienden a imitar en mayor grado conductas relativamente simples, cercanas a su competencia cognitiva, con refuerzos gratificantes para otros, presentadas por modelos atractivos y en los momentos en los que ellos presentan una atención activa a dichos patrones.

Verónica Fabijanovic acota, para concluir el subtema, algo que no debe olvidarse: la imitación se da en períodos cortos y desde muy pequeños, los niños van copiando ciertas conductas dependiendo si ven un refuerzo positivo de ellas. La identificación tiene más relación con el hecho de tener un vínculo con el otro.

Aprendizaje social en el aula

Considerando que habitualmente los niños y niñas pasan gran parte del tiempo en el contexto escolar, resulta importante tener claras las siguientes ideas:

  • Cada sala de clases tiene sus propios códigos, los que son manejados tanto por los docentes como por los alumnos.

  • El aprendizaje social en el aula se da gracias a las interacciones.

  • El aula es un contexto donde adquiere relevancia el refuerzo y castigo de ciertas conductas que están determinadas, como reglamento del colegio, por ejemplo.

  • Siempre se debe tener una planificación de acuerdo con la realidad del niño o del grupo que se va a enseñar, considerar las generalidades y las individualidades. Se debe tomar en cuenta que cada alumno viene con aprendizajes socioculturales provenientes de distintos contextos.

  • Los alumnos debieran percibir al profesor como alguien que presenta constantemente modelos conductuales, verbales y simbólicos. Su eficacia dependerá de la consistencia entre los patrones, la adecuación de estos a las competencias de los alumnos, el valor afectivo entre estos y el propio profesor, también de la efectividad de los procedimientos que se pongan en juego.

Los estudiantes no solo obtienen oportunidades de aprendizaje observacional de lo que hacen y dicen los profesores, también de sus compañeros. “El empleo sistemático de formas estructuradas de presentación de modelos entre compañeros, es un recurso educativo de gran importancia”, recalca María Francisca Murra.

La profesional agrega que un buen maestro debe fijarse en aspectos como la edad de sus alumnos, las habilidades de expresión que poseen y en sus inquietudes por aprender ciertas temáticas: “También, en trastornos del aprendizaje o del lenguaje, para adecuar los contenidos y la forma de entregarlos en el aula y la interacción con la realidad de los menores. Es importante que el docente hable de emociones, comprenda que ningún alumno es igual a otro, destaque por igual los errores y las buenas actitudes, se salga de la planificación de vez en cuando, y mantenga una buena relación y contacto sistemático con la familia de origen del menor.

A la vez, es necesario que el profesor anime a los alumnos a que investiguen, por ejemplo, que hagan ‘descubrimientos’ en sus casas y que los compartan en clase. Por supuesto, debe aprender a escuchar dudas en el aula y cuidar sus actitudes, no olvidando que es un modelo a seguir.

Lo que un profesor no debe hacer es etiquetar a sus alumnos, mantener una actitud, dejar de innovar respecto de nuevas técnicas de enseñanza-aprendizaje, dejar de lado actividades lúdicas como técnicas importantes e indispensables de motivación y pasar por alto alguna dificultad de aprendizaje que interfiera el desarrollo normal del menor.

Entre los diferentes aspectos que abarca la Teoría de Aprendizaje Social vale quedarse, sobre todo, con que la premisa de que es un elemento clave en la conducta. Cuando un niño aprende, es muy importante que construya representaciones simbólicas conceptuales, esto quiere decir que entienda el contexto, la conducta y el porqué. Basándose en la TAS, cuando se educa a los niños, es necesario explicarles qué se consigue con las cosas que hacen, para qué aprenden. Si no –siguiendo la teoría–, solamente desarrollarán comportamientos carentes de sentido para ellos, serán autómatas. La repetición consciente de los comportamientos, en cambio, irá produciendo una integración y automatización de los mismos, dejando ‘espacio mental’ para seguir aprendiendo.