El vocabulario aumenta de manera considerable en la etapa escolar. Un niño promedio de seis años ingresa al colegio con un léxico de entre seis mil y diez mil palabras, pero cuando finaliza su educación secundaria, el parámetro es de entre 40 mil y 60 mil vocablos. Eve Clark, en su libro Language in Children , publicado en 2017, presenta una tabla explicativa donde muestra el desarrollo de lenguaje aproximado según la edad. Enfatiza, a la vez, que es posible que existan variaciones en estos rangos. “Grandes diferencias se generan, por ejemplo, luego de que un niño de seis años ha logrado el aprendizaje de la lectura y la escritura. La primera le permitirá acceder a fuentes de lenguaje variadas que cuentan con una riqueza léxica propia de la forma escrita del lenguaje y propia de diferentes modos discursivos”, dice Carlos Álvarez, licenciado en Educación y Magíster en Lingüística, UPLA.
Vocabulario y aprendizaje
Existe una estrecha relación entre ambos conceptos. “La cantidad de palabras que un niño maneja es un claro indicador de su nivel de desarrollo, de la calidad de los estímulos a los que está expuesto y también de su futura capacidad de aprendizaje, no solo en términos escolares, sino en cuanto a la experiencia que obtendrá de su relación con el mundo y con los otros”, dice Carolina Ojeda, licenciada en Literatura, profesora de lenguaje UC y máster en LIJ por la UAB y directora del Centro de Estudios Troquel, de Fundación La Fuente.
“El vocabulario juega un importante rol en las vidas y futuro de los estudiantes”, concuerda la fonoaudióloga y autora de Editorial Caligrafix, Magdalena Muñoz: “El conocimiento del léxico predice el logro académico de los niños y juega un papel fundamental en su desarrollo cognitivo. Un amplio y rico vocabulario está fuertemente relacionado con la habilidad de lectura. Investigaciones evidencian una íntima relación entre el conocimiento de vocabulario y las competencias como lector (…). Los niños que tienen un limitado conocimiento de vocabulario poseen menos capacidades o habilidades de este tipo, por lo que les cuesta más extraer el significado de las palabras a partir del contexto y, además, les cuesta incorporar el significado que enseña el profesor, presentando un déficit en la comprensión lectora. Por lo tanto, hay que estimular el vocabulario no solo para incrementar el lenguaje oral, sino también para mejorar la comprensión lectora de nuestros niños”.
“El niño que lee con frecuencia y disfruta del proceso lector, tendrá un repertorio léxico mucho más amplio que aquel niño que no está involucrado con dicha actividad”, asiente Carlos Álvarez.
Adecuado uso y compresión del vocabulario
Lo primero para lograr ese enunciado es facilitar el almacenamiento de la información y para ello –sugiere Magdalena Muñoz–el niño debe saber establecer relaciones, organizar y agrupar, así como exponer la palabra en forma reiterada en distintos contextos.
La profesional aconseja que en los niños más pequeños la enseñanza sea explícita e, idealmente, usando material concreto para que lo puedan manipular. Dentro de las estrategias puntuales que aconseja, figuran estos siete puntos:
- Estimulación focalizada: el adulto utiliza una palabra frecuentemente y de forma intencional para demostrar el significado dentro de un contexto.
- Uso de preguntas abiertas: aquellas que permiten describir y hablar acerca de objetos y acontecimientos.
- Énfasis prosódico: esto significa que, por medio de una entonación exagerada y un volumen más alto de voz, se enfatizan las palabras que se pretenden incorporar.
- Cierre gramatical: en este caso el adulto dice la primera parte de una oración, haciendo uso de una prosodia o pronunciación adecuada con el fin de que el niño complete con la palabra enseñada.
- Enseñanza incidental: entrega oportunidades estructuradas de aprendizaje en el ambiente natural, casi cualquier situación a lo largo del día se puede usar para estimular una palabra. Por ejemplo, hablar de las partes del cuerpo dentro de la rutina del baño.
- Clave semántica: implica dar pistas de las características del sentido de la palabra. Por ejemplo: es una persona que corta el pelo, ¿quién será?
- Clave fonológica: contempla entregar pistas de cómo se oye el vocablo. Por ejemplo: la palabra que queremos comienza con “pe”, es un “pe…..luquero”.
La lectura es clave
Los especialistas la describen como una de las actividades más positivas para la adquisición o desarrollo de vocabulario. “Los niños que provienen de hogares en donde la cultura escrita es valorada, presentan mayor vocabulario y mayores posibilidades para organizar su discurso”, dice Magdalena Muñoz. Se trata, por ejemplo, de la lectura de cuentos u otros textos de interés para los pequeños. Se hace necesario, no obstante, distinguir entre la lectura de literatura y la lectura más utilitaria, advierte Carolina Ojeda: “Ambas influyen y son necesarias, pero la primera enriquece de forma mucho más amplia el vocabulario y la expresión, además de fortalecer la comprensión que el niño tiene del mundo. El lenguaje literario incluye palabras y estructuras gramaticales que no están presentes en el habla cotidiana o en los libros informativos, por ejemplo. Por lo anterior, ampliar el espectro de lecturas que tiene el niño es muy necesario. Y esa lectura debe potenciarse dando espacios para la actividad, tanto personal como compartida, tanto en la casa como en la sala de clases y la biblioteca, fomentando la libre elección de libros por parte del niño. En este sentido es fundamental alejar los conceptos de evaluación y calificación. De otro modo, la lectura solo será asociada a posteriores preguntas que haga el adulto acerca de las palabras que el niño entendió o no. En una conversación posterior acerca del libro, el adulto podrá indagar en términos que pueden haber resultado difíciles de entender y, recién ahí, facilitar un sinónimo. Sin embargo, los niños son bastante más inteligentes de lo que los adultos creen y es posible que, gracias al contexto o a la ilustración del libro, hayan podido entender sin problemas”.
Con relación a lo mismo, es importante prestar atención a qué vocablos estimular. “En general, no se sabe mucho o no se presta gran atención a qué palabra se debe enseñar. Habitualmente se eligen aquellas que no son familiares para los niños, que son importantes en el cuento o, simplemente, palabras que son juzgadas como no conocidas por los chicos. Hay autores sugieren enfocarse en términos parcialmente aprendidos, aquellos que entre el 20% y 70% de un grupo de estudiantes saben. Los escolares pueden hacer las mayores ganancias en estas palabras. Podría parecer que es muy simple, pero no debemos olvidar que muchos niños entran al colegio con un bajo vocabulario”, comenta la fonoaudióloga Magdalena Muñoz.
Teniendo claro los necesario que es potenciar la lectura, resulta importante –señala Muñoz– invitar a los apoderados para que diseñen un espacio de lectura en casa, un área donde el niño pueda acceder fácilmente a los cuentos y manipularlos. También ser un modelo lector, lo que incluye tener en el hogar diarios, libros y enciclopedias.
Para la sala de clases, sugiere que los profesores sean promotores del gusto por la lectura. Lo anterior se logra, por ejemplo, creando un rincón de libros en la sala, un espacio adecuado para que los niños puedan disponerse a leer. También desarrollando una lista de cuentos que sean del interés de los niños y realizando lectura compartida para luego discutir acerca de lo leído; en los niños más pequeños es necesario motivarlos, acompañando la actividad con actuación y vestuario acorde a la historia que se narra; entre los más grandes, la lectura de noticias también es un camino muy estimulante.
Siguiendo estas líneas de acción, el progresivo desarrollo de vocabulario se irá dando de manera espontánea, a menos que existan situaciones especiales que requieren ayuda de un profesional. ¿Cuándo derivar a un especialista? Hay tres importantes indicadores, dice Magdalena Muñoz. Primero, cuando el déficit de vocabulario afecta la comprensión oral en los niños más pequeños o en la comprensión lectora en niños más grandes. Segundo, cuando no logran utilizar las palabras con eficacia y su vocabulario resulta poco adecuado a las situaciones comunicativas. Tercero, cuando el vocabulario activo (el que usa) o pasivo (el que comprende) se observa disminuido en relación a los pares.
¿Leer en voz alta?
Siempre será un aporte en el ámbito del desarrollo emocional y cognitivo de los niños. “Leer en voz alta permite una conexión con el lenguaje muy diferente a la que se da con la lectura personal silenciosa. Escuchar las palabras y descubrir su fonética serán, sin duda, grandes aportes al desarrollo lingüístico del niño”, asegura Carolina Ojeda. La educadora explica que, una vez más, es fundamental eliminar toda intención evaluativa: “La actividad –como se dijo antes– no debe ser interrumpida para explicar el significado de una palabra. El mediador de lectura debe reemplazar la palabra desconocida por un sinónimo y, al finalizar la narración, en la conversación sobre el libro, revelar que había una nueva palabra. En base a ese nuevo término se pueden generar juegos con el sonido o de sinónimos. Ese aprendizaje será mucho más significativo que interrumpir el relato para dar un significado de diccionario”.
Carlos Álvarez, agrega que, en la primera infancia, la lectura en voz alta es considerada como una actividad que potencia el desarrollo del vocabulario, permite una valiosa exposición a elementos léxicos complejos propios de modos discursivos narrativos y descriptivos: “El proceso de aprendizaje léxico durante la lectura en voz alta ocurre tanto de manera incidental, como de manera explícita (…) Incluso, hay investigadores que argumentan que la lectura juega un rol más importante en el desarrollo del proceso de alfabetización de un niño que las interacciones orales diarias y en diferentes contextos”.
En la etapa escolar, dice Álvarez, se observa un mayor impacto cuando se lee en voz alta repetidamente la historia. Sin embargo, muchos niños muestran aburrimiento al leer nuevamente el cuento, por lo tanto, hacerlo tres veces es lo más adecuado en aula. El académico sugiere, asimismo, explicar el significado de una palabra usando un lenguaje familiar o simple, también la presentación del término en distintos contextos, que los niños interactúen con los significados de la palabra, decidiendo qué vocablo usar en determinado contexto y cuál no corresponde.
Poco a poco, a través de actividades como estas, los alumnos se irán familiarizando con las palabras, sus usos y significados, haciendo crecer en ellos el interés y valor por el vocabulario.
Paula Reyes Naranjo Periodista