La última etapa del año no es fácil. Hay psicólogos que, incluso, hablan del ‘Síndrome Diciembre’, donde hacen mella el cansancio, los compromisos de las fiestas, la planificación de vacaciones y el anhelo de lograr óptimos resultados académicos.
Si hablamos del año escolar, educadores y psicopedagogos lo describen como un período en que concluye una serie de procesos de aprendizaje, convivencia y desarrollo integral del estudiante. Es una etapa donde se evidencian logros y se completan ciclos en todas las áreas. Generalmente, se refuerzan los contenidos vistos durante el año y se comienza a dar cierre a las asignaturas, haciendo evaluaciones finales de manera habitual.
No resulta extraño que alumnos, apoderados y profesores sientan más cansancio que de costumbre. Además, hay cierta ansiedad por las vacaciones y terminar el año, idealmente, finalizándolo con las calificaciones adecuadas y esperadas. “Esto es una reacción normal al cambio de los horarios de luz, el calor y las posibilidades que brinda el verano”, comenta Cecilia Rojas, psicóloga clínica comunitaria, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Son factores que alteran los procesos en el contexto escolar, interfiriendo en la disposición hacia la tarea, agrega la especialista. Entonces, el resultado es un tiempo caracterizado por altos niveles de estrés y, muchas veces, fatiga. Esto último ocurre, sobre todo, cuando hay angustia por alcanzar resultados específicos para pasar de curso, intentando muchas veces ‘salvavidas’ de último momento.
Dado el escenario, cabe preguntarse si es necesario cambiar la metodología para la entrega de contenidos en esta etapa. Mónica Lepin, editora de Caligrafix, psicopedagoga de la Universidad Silva Henríquez y educadora de párvulos del Instituto Los Leones, dice que no es necesario incorporar modificaciones si las metodologías empleadas han dado resultado, esto, con el fin de no alterar la rutina de aprendizaje ya adquirida: “Lo que se debe hacer es integrar a la metodología nuevas instancias de motivación. Esa es la labor del profesor. Se trata de ofrecer permanentemente actividades que logren la atención y motivación de los niños. También es importante crear alianzas con los padres para que esto se mantenga tanto en el colegio como fuera de él”.
La psicopedagoga y educadora de párvulos Katherine Masip, de la Universidad Católica, agrega que en todos los períodos del año los procesos de formación deben considerar el autoaprendizaje del alumno, metodologías activas que propendan la activación de esquemas y favorezcan las habilidades cognitivas superiores mediante la aplicación, síntesis y metacognición, con un eje netamente constructivista. De lo contrario, el aprendizaje es pobre y los contenidos aislados se olvidan. A su juicio, contemplar, entonces, actividades especiales para esta etapa del año tampoco es necesario, porque siempre, en todos los períodos, las clases deben incluir actividades lúdicas, trabajos colaborativos, debates, experimentación, representaciones, ferias de conocimiento y ciencias, arte, lectura, ejercitación y, por sobre todo, el papel activo del estudiante. “De esta forma, se vincula y activan sus potencialidades, comprometiendo su ser-persona en forma completa” comenta la psicopedagoga.
La sicóloga Cecilia Rojas, por su parte, afirma que un cambio de metodología es necesario en cuanto se vea que pueden provocar cambios a corto, mediano o largo plazo: “En general, si para que el niño realice una prueba necesitamos cambiar la metodología de evaluación de manera particular, por supuesto, será óptimo. Si la intención es modificar procesos de aprendizaje en un curso en general, o con una propuesta a largo plazo, no es aconsejable pues solo acrecienta la ansiedad y lo esperado no se condecirá con el resultado real”.
El juego: protagonista una vez más
Es el eje del proceso de aprendizaje en esta etapa. Se trata, fundamentalmente, de usar metodología lúdica para que aprendan todas las disciplinas y asignaturas. Mónica Lepin advierte que aunque es posible hacer hincapié en el juego, durante todo el año, los contenidos se deben desarrollar de esta manera para motivar a los niños y niñas en sus actividades: “El juego es la base de su desarrollo, sobre todo de los más pequeños. Es importante incluir lo lúdico durante todo el año y, especialmente, en esta etapa de finalización (…). Es de vital importancia integrar técnicas y metodologías de juego, para que el niño logre aplicar todo lo aprendido durante el año de una manera significativa y natural, según la etapa de su desarrollo”.
Jugando también se supera el estrés, la pena, la rabia, la frustración. Sobre todo si se trata de niños pequeños. “Las fallas y los errores son útiles de enfrentar mediante la acogida, y no el reto, explicando en términos que puedan entender cómo pueden mejorar su aprendizaje y saber que el error no está en ellos. Es importante darles el tiempo para que puedan, de forma autónoma, explicar sus cosas, lo que les pasa, lo que quieren, y luego pactar y establecer tareas y acuerdos que ellos sean capaces de cumplir, teniendo en cuenta su etapa del desarrollo. Los niños, mientras más pequeños, más corporales son, por lo que todo el aprendizaje que se logre mediante la práctica o a través del juego, se grabará tanto en su memoria corporal como mental, fortaleciendo así el aprendizaje y la motivación por este”, dice Francisca Yousef, psicóloga de la Universidad del Desarrollo.
Menos contenidos
Como no todo es juego, es necesario considerar otro punto importante: que la carga de contenidos vaya disminuyendo gradualmente. “En esta etapa del año, la concentración puede verse afectada debido al cansancio. Además, la atención estará puesta en otro tipo de actividades, como las festividades de fin de año”, comenta la educadora.
Son necesarias las evaluaciones permanentes y auténticas. Breves, además. “Evaluaciones que constaten procesos de formación y resultados de aprendizaje.
En educación, se ha reorientado la mirada pedagógica, se está transitando desde el mecanismo conductista al constructivismo”, específica Katherine Masip.
En opinión de Cecilia Rojas, se recomienda no fijar metas muy altas en los contenidos para final de año: “Hay que considerar que el tiempo se acorta, además, por las actividades propias del período, lo que implica muchas veces salir de la sala, ensayar en horarios de clase o permitir a los niños dejar la sala en diferentes horarios de forma parcelada”.
Trabajar la motivación
Existen formas de ayudar a cada estudiante cuando decae su ánimo en torno al colegio, dice Masip: “Como docente, yo puedo fomentar un buen clima de aula, empatía con los estudiantes, diversificación en las experiencias de aprendizaje, cambiar escenarios de estudio, apoyarlos en conocer sus estilos de aprender, incorporar el humor, bajar los niveles de ansiedad y variar, ¡siempre variar!”.
Aprovechando el buen tiempo de estos meses, se pueden contemplar, además, trabajos grupales, de desarrollo corporal y al aire libre; por supuesto, también salidas pedagógicas, entre otras cosas. En definitiva, acciones que le den otro matiz al aprendizaje y así sea posible captar la atención de los niños, según lo explica Mónica Lepin.
En resumen y como tips generales, se puede considerar:
- Realizar actividades fuera de la sala.
- Hacer paseos y promover experiencias fuera del establecimiento.
- Desarrollar pausas durante la clase. Por ejemplo, que los niños salgan de la sala para tomar aire e hidratarse, ya que con el calor se acotan los tiempos de atención y concentración.
- Realizar actividades lúdicas en relación a las festividades de fin de año. Es una motivación para los niños y les permite trabajar en equipo y, a partir de este contexto, aprender cosas nuevas y reforzar conceptos aprendidos durante el año y en diferentes asignaturas.
Organizar las tareas diarias
Francisca Yousef explica que esta medida garantiza el descanso, el poder dormir las horas necesarias y tener tiempo para la recreación y el ocio sano. “Para algunos padres, es útil generar calendarios con imágenes, por ejemplo, donde todos en casa pueden ver sus tareas. Pero por sobre todo es importante generar estos espacios de recreación y ocio sano, donde los niños y adolescentes puedan vincularse con familiares, amigos, naturaleza, etc. Es en estos momentos donde no solo se descansa y disfruta, sino también se fortalecen los vínculos, necesarios para generar redes de apoyo, y se favorecen aprendizajes de la vida cotidiana, que permitirán sustentar este cansancio físico y mental, junto a la ansiedad”.
Atentos a lo emocional
Muchas veces, los niños pasan por situaciones que no saben cómo enfrentar y las callan. “Por ejemplo, cambios corporales, hormonales y mentales en el caso de los adolescentes, bullying escolar en otros casos, etc. Todas estas temáticas pueden estar sumando una carga emocional adicional, por lo que es importante estar atentos a todo lo que sucede con nuestros hijos. Esto se da básicamente con un vínculo de confianza que parte por interesarse en la vida del niño”, dice Yousef. La sicóloga recomienda para esto preguntas simples, por ejemplo, ¿cómo te fue hoy en la escuela?, ¿qué fue lo bueno y lo malo?, ¿lo más entretenido y lo más fome? “Independiente de si quieran responder o no, pueden llegar a ser de vital importancia en la vida afectiva de un niña, niño o adolescente”, asegura.
Profesores tranquilos
Se recomienda no elevar las expectativas ni en los niños ni en los padres, dice Ceciia Rojas. “En este tiempo, suele suceder que las familias están preocupadas de que los niños pasen de curso, pero en general, si la preocupación es esa, el proceso de aprendizaje no se ha dado de manera satisfactoria”
Los profesores deben procurar estar tranquilos. Es otra clave. La última etapa del año escolar se puede enfrentar de mejor manera si, por ejemplo, no se olvida el disfrute de la profesión. Así lo aconseja Katherine Masip. La psicopedagoga también recomienda: tener empatía, adecuarse al lenguaje de los niños, y mostrar entusiasmo y creatividad. Se trata, por ejemplo, y una vez más, de variar estrategias y salir al exterior, también explorar la tecnología o el entorno. “Siempre variar, sorprender, desacomodar…”, aconseja.
Mónica Lepin recuerda otro punto: el profesor es un modelo a seguir para los niños. “Por lo tanto, él es quien debe mostrarse motivado y entusiasmado para finalizar el año de una manera positiva. Si el profesor está bien, los niños lo estarán. El educador debe ser creativo en cuanto a cómo desarrollar sus clases, la clave está en el juego, en ser lúdico, participar con entusiasmo de las actividades que propone.
También es importante considerar el posible estrés que pueda tener el docente. La labor educativa en el país es altamente demandante y las condiciones de trabajo en algunas instituciones no son las óptimas, por lo tanto, se sugiere que el profesor esté atento a sus estados de ánimo, niveles de energía, capacidades cognitivas y a cualquier señal que pueda evidenciar un estrés. Por ello, se aconseja tomar medidas de autocuidado para prevenir ese escenario: ejercicio, yoga, talleres, terapias y actividades de relajación, por ejemplo”.
La sicopedagoga agrega: “Los niños del primer ciclo están recién integrándose y comprendiendo cómo funciona el sistema educativo en el nivel básico, por lo que puede ser más probable que se sientan un poco desorientados, incluso, estresados en la etapa de finalización del año escolar. Es por eso que el profesor debe ser, más que nunca, un guía y ejemplo para entregarles tranquilidad y técnicas que los ayuden a entender el proceso que están viviendo, evitando generar situaciones de estrés no adecuadas para su edad. Se trata, entre otros, de evitar dos pruebas para el mismo día o agendar muchas pruebas y evaluaciones durante una sola semana”.
¿Mal rendimiento?
En casos de alumnos que llegan a la última etapa del año con malas notas, lo ideal es tener alertas tempranas, sistemas reales de evaluación con seguimiento a los procesos y resultados de aprendizaje. En esta fase es complejo reparar y reeducar. No obstante, los docentes conocen a sus alumnos. “A fin de año, se les puede apoyar con evaluaciones diferenciadas para optimizar calificaciones. Sin embargo, la evaluación trasciende el tema cuantitativo de los notas…”, recuerda Masip.
Cuando los alumnos han tenido mal rendimiento, es importante identificar en qué aspectos presentan un problema. “Generalmente, son las asignaturas de Lenguaje y Matemática, no así las del área artística. Es ahí donde hay que potenciar sus habilidades, no porque sean las asignaturas fáciles, sino porque es donde los niños más se motivan. Creo que un profesor preocupado durante el año por sus alumnos, sobre todo con los de bajo rendimiento, a esta altura del año, ya ha tomado medidas como diagnosticar y derivar a algún especialista para corroborar o descartar que el mal rendimiento tenga algún problema de base más complejo.
Es importante también analizar los hábitos de estudio, sueño, alimentación y ocio. Todo eso, con el fin de percibir qué se podría mejorar o cambiar. Los padres deben considerar que el mal rendimiento puede tener muchas causas, incluso, en algunos casos, puede derivar de las estrategias empleadas por el profesor. No deben olvidar además que cada niño es singular y tiene sus propias maneras de aprender”, concluye Mónica Lepin.
Muchas veces se pasan por alto eventos del ciclo vital que son importantes en el desempeño: cambios de casa, llegada de un hermano menor, modificaciones en la estructura familiar por otros motivos, etc. “Se recomienda, por tanto, comprometer al niño a realizar una modificación de su conducta con respecto al estudio. Aunque no lo veamos tan claramente, los niños al comprometerse con su desempeño son capaces de modificarlo. Hay que entender también que durante el período de vacaciones los niños crecen, maduran y cambian, por lo que prepararlos para el otro año también es una buena alternativa.
Como hemos visto, el hacer modificaciones a última hora solo estresa a niños, padres y profesores, por tanto, es importante, más que generar cambios, revisar los procedimientos que se hicieron para poder modificar y planificar. Si los cambios esperados serán a corto plazo, es aconsejable probar otra metodología, pero en general, con los niños que han tenido mal rendimiento durante el año, los profesores ya han intentado modificar el ambiente y las metodologías, y realizarlo a estas alturas es aumentar la presión por un resultado que no se obtendrá como un proceso normal”, explica la sicóloga Cecilia Rojas.
Paula Reyes Naranjo Periodista