¿Es realmente un dilema trabajar fuera de la casa? Cómo enfrentarse a esto es lo que a continuación nos explica la psicóloga Catalina Valenzuela.
Aunque no es una generalidad, muchas madres trabajan fuera de casa. En sociedades como la estadounidense, esto es una realidad para casi tres cuartas partes de las mujeres. Y si vemos a nuestro alrededor, basta un recorrido simple para comprobar que el escenario chileno no es tan diferente.
¿Es posible darle a esta circunstancia un valor? Algunos han hecho estudios al respecto. Según el Centro de Investigaciones Pew (www.pewresearch.org), 41% de los adultos afirma que el creciente número de madres que trabajan es malo para la sociedad, mientras que solo 22% considera que es bueno.
Otro estudio, esta vez de Kathleen McGinn, profesora de la Escuela de Administración de la Universidad de Harvard, afirma que se trata de una circunstancia positiva. “Parte de la culpa que sienten las madres que trabajan es pensar que sus hijos estarían mejor si ellas se quedaran en casa. Pero lo que vemos en los resultados de adultos es que los niños están mucho mejor si la mujer pasa algún tiempo en el trabajo”, explica McGinn. La investigación tomó muestras de 50.000 adultos de 25 países y en sus resultados se pudo apreciar que las hijas de madres trabajadoras tuvieron más años de enseñanza y cuentan con mayores posibilidades de empleo con ingresos más altos. Otro resultado arrojó que los hijos de madres trabajadoras pasaban más tiempo cuidando a sus hijos y en trabajos de la casa. Ejemplos concretos se encuentran en Estados Unidos, donde las hijas de madres trabajadoras ganan 23% más que las hijas de dueñas de casa. Y los hijos pasan siete horas y media más cuidando a sus niños y 25 minutos más en tareas de su casa.
Pero también hay beneficios para la mujer. Como explica Carmen Bettina Cuevas, sicóloga educacional y docente la Universidad Católica, en Asunción, Paraguay: “La mujer que trabaja fuera del hogar está en contacto con un mayor número de personas y participa de manera más activa en los acontecimientos que ocurren a diario en el mundo. Por lo tanto, es mayor su capacidad para analizar, comprender y aceptar los cambios en las costumbres, para asimilar las nuevas concepciones de la vida y asumir una actitud frente a ellas”.
Además del desarrollo de una enorme cantidad de habilidades y competencias para las madres, como asertividad, flexibilidad, comunicación, negociación y planificación, también hay ventajas para los niños. “Es posible que desarrollen potencialidades que los pueden fortalecer como persona, como, por ejemplo, la autonomía, la resolución de conflictos, el control de emociones, manejo de tiempos, etc. (…) El solo hecho de que una madre trabaje no genera trastornos en el desarrollo emocional de un niño, lo relevante y necesario para su desarrollo sano es que tenga una figura, materna o paterna, idealmente ambas, que le entregue afecto, cuidado, protección y le brinde todo lo necesario para que pueda crecer de manera adecuada, es decir, que le enseñe a manejar sus emociones, le ponga límites, le genere hábitos y sea capaz de reconocer y potenciar los talentos y habilidades que este niño tiene. Si una madre no es capaz de desarrollar estos elementos durante la crianza, entonces puede generar un problema en su hijo”, dice Catalina Valenzuela, psicóloga y directora de la Escuela de Psicología de UDLA.
¿Cómo detectar si hay un problema?
Los niños son expertos en demostrar cuando hay algo que no les parece. Lo expresan de muy distintas maneras, dependiendo de las dinámicas familiares. Puede haber desde conductas regresivas, es decir, comenzar a actuar como lo hacían en etapas anteriores (portarse como guagua), hasta ignorar a la madre o ponerse agresivos con ella.
“Lo que debe generar alerta en una madre es cuando algo en su hijo ya no sea como solía ser, por ejemplo, dejó de hablarme, dejó de hacer esto conmigo, dejó de esperarme y comenzó a gritarme, a agredirme, etc.”, añade Catalina Valenzuela.
Otras señales a las que se debe poner atención y que requieren la consulta con un experto son, cuando el niño:
-Deja de comer
-Está menos activo
-Se vuelve más irritable y agresivo
-No sube de peso
-Rechaza a los padres (no los quieren mirar a la cara)
-Duerme mal en la noche
Sin culpas
Según datos de la Encuesta del Uso del Tiempo que realizó el INE (Instituto Nacional de Estadísticas) en 2006, hay tres tipos de tiempos que los padres entregan a sus hijos:
-tiempo de cuidado primario básico: actividades como bañar a los niños o darles de comer.
-tiempo primario de calidad: actividades como leer y jugar con ellos.
-tiempo secundario: los padres hacen actividades con los niños mientras realizan otras tareas.
Según el estudio, las madres que trabajan fuera de casa compensan la falta de tiempo entregado de lunes a viernes durante los fines de semana. Como conclusión, solo hay una diferencia de 11 minutos por hijo al día, en promedio, y con respecto a las madres que no trabajan fuera de casa.
Las compensaciones surgen en un contexto donde aún no hay mecanismos masivos que permitan que las mujeres trabajen desde el hogar, y si los hay de media jornada no suelen ser labores bien remuneradas; tampoco abundan sistemas de trabajo por producto (no por cantidad de horas) ni trabajos con horarios flexibles. Todos estos mecanismos ayudarían a que las mujeres pudieran tener un mejor desarrollo de todos o gran parte de sus roles. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué pasa cuando la culpa de dejar a los niños en casa agobia? “La culpa es natural cuando hacemos algo con lo que no nos sentimos contentos, satisfechos. Ser madre es un desafío enorme, que implica mucha paciencia, amor y entrega. Evidentemente el trabajo se interpone con esta necesidad. Y, más aún, habitualmente es impostergable, por lo que tendemos a ‘dejar a los hijos para después’, lo que genera culpa. Lo ideal para evitarla, es hacerse cargo del problema y buscar elementos que permitan mejorar esta condición que complica. Lo importante es hacer algo y actuar, pedir ayuda, consejos, no sumergirse y ahogarse en el sentimiento, buscar formas de resolverlo”, explica Catalina Valenzuela.
Principales consejos, según la especialista:
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Conversar: aunque sea en espacios muy breves, es bueno tener momentos de conversación y conexión con los hijos, no solo para revisar los quehaceres, sino para mostrar al niño cuánto nos interesa e importa.
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Para el niño preescolar: es necesario que al llegar a casa la madre se muestre entusiasmada por el reencuentro, que le pida contar qué fue lo que hizo en el día o narrarle una historia de lo que ella hizo durante la jornada. Es importante también ser explícita en que se le extrañó, que se alegra de verlo. El objetivo es generar un espacio donde pueda existir una fluida entrega de amor, preocupación y calidez que fortalezca el vínculo.
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En los niños escolares: es importante hacer algo similar, pero con la ventaja de que se puede conversar más y es factible solicitar al niño que relate lo que le pasa y cómo se siente.
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Confianza: en la medida en que se generen espacios donde efectivamente se esté procurando un buen desarrollo y crecimiento del niño, una madre va a estar tranquila, pero si el lugar donde está no satisface las necesidades del pequeño o si este debe pasar un número muy alto de horas en ese lugar lejos de la madre, evidentemente esto genera preocupación.
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Entender lo que es cuidado: la clave está en que una madre no puede perder la perspectiva de que una cosa es vigilar y otra bien distinta es cuidar. El cuidado, entendido como entrega de afecto, calidez y protección, es rol de la madre y del padre, en primer lugar; que otros ayuden a cuidar de un niño no les resta responsabilidad en esta tarea. Por eso es tan importante estar presentes de alguna manera y establecer mecanismos de comunicación eficaces, por ejemplo, llamar por teléfono regularmente.
¿Cómo conciliar el trabajo y los hijos adecuadamente?
- Aprender a negociar, priorizar y comunicar asertivamente.
Lo más importante es dar espacio a cada rol según las prioridades, las edades y necesidades que tengan los hijos, pero además procurar siempre establecer buenos mecanismos de comunicación y espacios de negociación en cada rol. Con la cantidad de obligaciones que tienen las mujeres hoy, siempre deben estar negociando y cediendo en alguno de sus roles y es importante tener esta flexibilidad incorporada para que no se genere estrés adicional. Por ejemplo: “jefe, lo siento, no puedo entregar el informe mañana, porque debo ir a terminar la tarea con mi hijo, pero puedo tener un adelanto hoy y el informe final en un par de días” o “hijo, no puedo llevarte hoy a la plaza, porque debo cocinar para mañana, pero sí puedo leerte un cuento más tarde”.
- Ampliar presencia.
Que una madre esté solo un par de horas al día con sus hijos no significa que no pueda tener presencia de otras maneras. Por ejemplo, puede procurar entregar a su hijo un cuaderno para que escriba lo que siente o le preocupa y ella leerlo en la noche para escribirle de vuelta. También puede establecer rutinas y hábitos que la involucren de alguna manera, por ejemplo, llamar cuando el niño llega del jardín o del colegio y tomarse unos minutos para enterarse de lo importante. Es muy necesario, a pesar de que durante la semana sean solo un par de horas; son espacios donde los hijos saben que pueden contar con ella sin restricciones, son momentos en que sienten “la mamá es mía”.
- Siempre calidad va a ser mejor que cantidad.
Durante los primeros años de vida, una figura estable, cálida y presente es vital para el desarrollo de vínculo o apego. La presencia permanente de esta permite que el niño pequeño se haga una representación mental de esa madre o padre y que entonces empiece a interiorizar que esa persona es quien lo alimenta, cuida y protege. Así crece con la certeza de que hay alguien que va procurar lo mejor para él. Una vez que este vínculo se ha desarrollado y es fuerte en el niño, es capaz de generar más autonomía en sus conductas y decisiones; por eso es tan importante la primera etapa de la infancia, pues la generación de vínculo es fundamental, es la base para un posterior buen desarrollo.
- Espacios concretos de comunicación, afecto y vínculo con los hijos.
Crearlos con el fin de que puedan expresar sentimientos y pensamientos, y así la madre potencie lo importante y maneje los miedos, temores o rabias de los niños.
- Rutinas.
Establecerlas muy claramente para que los hijos se puedan anclar y, por ende, sientan que las cosas están bajo control y que no cambian a cada momento.
- Ser asertiva.
Ponerse en el lugar del hijo y buscar entregar lo que necesite, desde lo físico a lo emocional en sintonía con nuestros hijos.
- Disfrutar la maternidad.
La crianza es un desafío, pero también una oportunidad maravillosa para crecer como mujer, como ser humano y disfrutar del amor y la alegría de contribuir en el desarrollo de una nueva personita.
Lo que se necesita etapa por etapa:
- Los niños en etapa de lactancia no son capaces de comunicarse verbalmente, de manera que desarrollan un lenguaje muy íntimo con sus madres, que es difícil traspasar a otras personas. Es así como pueden generarse algunas dificultades en el niño por no satisfacer sus necesidades o ansiedades en el momento correcto.
- Los niños preescolares, entre los tres y cinco años, deben desarrollar muy buenos hábitos y es necesario que aprendan a expresar sus emociones para lograr controlarlas, esto implica mucha empatía e interacción con ellos.
- Entre los seis y los diez años, si bien los pares son figuras significativas, los niños comienzan a socializar y van logrando ciertos grados de autonomía, lo que hace que tomen cierta distancia de sus progenitores. Esto necesita de una buena guía y contención, pues se trata de una etapa donde es muy común que aparezca el bullying y burlas de parte de los compañeros; si no existe un buen acompañamiento, la personalidad de un niño puede verse perjudicada y afectar su autoestima.
- En la adolescencia se producen un sinfín de cambios que desestabilizan a los hijos. Desde lo físico, lo emocional y lo social, aparecen muchos cuestionamientos, así como la necesidad de sentirse diferente, pero a la vez de pertenecer. Por eso, en esta etapa tan delicada, necesitan de mucho apoyo y presencia.
Paula Reyes Naranjo Periodista