¿Cómo atender la diversidad en el aula?

Publicado el 27 de marzo de 2018

La posibilidad de adecuar las actividades y metodologías del aula a diversos estilos de aprendizaje o para personas con diferentes necesidades educativas, no es compleja si confluye el trabajo de profesores y establecimientos educacionales. Lo primero es tener mucha claridad, tanto de las dificultades a enfrentar como de los estilos de aprendizaje presentes dentro de un curso.

Distintas investigaciones han podido comprobar los beneficios que implica aprender en un ambiente diverso. Entre los estudios figura aquel realizado por “Crane Center for Early Childhood Research and Policy”, de la Universidad Estatal de Ohio, cuyo objetivo fue evaluar en escuelas de primera infancia el efecto de programas de inclusión donde hay alumnos con capacidades diferentes.

Tras el análisis, hubo varias conclusiones relevantes, por ejemplo, que los estudiantes con Necesidades Educativas Especiales (NEE) se ven más favorecidos de sus compañeros con altas habilidades, respecto del beneficio que tienen los estudiantes con capacidades corrientes. Por otro lado, estos niños y niñas se ven más afectados negativamente cuando están en un curso con un ambiente académico empobrecido. Respecto de los estudiantes que no tienen estas necesidades, ocurre que siguen mejorando en un ambiente inclusivo. Se infiere además que en la interacción –a propósito de que los niños y niñas muchas veces se imitan– se desarrollan distintas habilidades, por ejemplo, toman turnos en las conversaciones, comunican mejor su interioridad y desarrollan de buena manera los relatos.

Las ventajas de una educación inclusiva no ocurren de forma espontánea y requieren, en la gran mayoría de los casos, de la aplicación de estrategias pedagógicas puntuales. Javiera Mena, investigadora de la Facultad de Sicología de la Universidad del Desarrollo, comenta que en una investigación que realizaron en 2014 en la Universidad de Queensland, Australia, recogieron impresiones de 500 profesores de educación inicial en Chile acerca del uso de aprendizaje cooperativo en su sala de clases. El resultado indicó que esos docentes no se creen preparados para aplicar esta metodología, en su lugar prefieren estrategias frontales donde ellos tienen el control de lo que ocurre en el aula. Asimismo, se observó poca creencia en la propia capacidad de organizar y ejecutar los cursos de acción necesarios para gestionar técnicas de trabajo, cuando se trata de grupos de aprendizaje colaborativo, especialmente en ambientes con diversidad.

Con antecedentes como este, resalta la importancia de la actual normativa estatal donde se promueve la inclusión en las salas de clase. Michelle Núñez, psicopedagoga de la Universidad Tecnológica de Chile y estudiante de postítulo en educación diferencial con especialidad en trastornos específicos del lenguaje, dictado por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, destaca que algunas instituciones realizan un análisis global de las diversas áreas del aprendizaje de mayor desarrollo dentro de un curso: atención, lectura, escritura, cálculo y ámbito emocional, todo esto con el fin de que los docentes generen estrategias para abordar dentro del aula las dificultades específicas del curso de manera general, sin diferenciar entre niños por sus necesidades educativas, ideando un programa dentro de sus planificaciones con los datos obtenidos, teniendo siempre en cuenta sus fortalezas y debilidades.

Para comenzar

Cuando se trabaja en adecuar las actividades del colegio y de la sala de clases a todos los alumnos, se deberían considerar aspectos básicos de infraestructura y estrategias educativas. Michelle Núñez advierte que abordar estos aspectos de base depende de las dificultades con las que el profesor se encuentre. Estas pueden ser transitorias, por ejemplo, tener dificultades con la lectura, la escritura o el cálculo, y se pueden presentar al inicio, o sea en la adquisición inicial de dichos procesos y/o durante algún período de la escolaridad. También puede ser que el profesor deba enfrentar condiciones permanentes en sus alumnos, casos en los que hablamos, por ejemplo, de déficit cognitivo, síndrome de Down, ceguera y sordera, entre otros.

Independiente de lo anterior, es decir, de los diferentes requerimientos de los alumnos, es fundamental la disposición favorable de parte de la institución educativa en conjunto con la del docente para generar la instancia de inclusión y de trabajo colaborativo. Luego, es factible comenzar a trabajar pensando en detalles, como la distribución del espacio en la sala de clases, las sillas, las mesas, la ubicación de la pizarra o la cantidad de estímulos visuales en la muralla. Paralelamente, es importante diversificar las estrategias de enseñanza, intentando abarcar la mayor cantidad de canales de ingreso de la información, ya sean visual, auditivo y kinestésico. Asimismo, es importante variar la forma de evaluar y tener en cuenta las necesidades de infraestructura, entre estas, el ingreso al establecimiento, a la sala de clases, al baño y a cualquier otra área de uso, pensando sobre todo en quienes tienen limitaciones físicas.

Enseñar valorando las diferencias

Sabiendo que generar la instancia de inclusión es positiva no tan solo para los alumnos, sino también para los docentes, apoderados y la comunidad educativa en general, lo inicial –dice Michelle Núñez– es realizar una especie de campaña de sensibilidad con todos los agentes de la comunidad educativa. “La inclusión fomenta el respeto y la tolerancia a la diversidad, a lo diferente. Invita a ser solidario y empático frente a las dificultades de las personas. Entonces habría que comenzar por una campaña que hable acerca de la inclusión, por informarse de las dificultades de aprendizaje y de cómo abordarlas. Estas acciones permiten generar instancias específicas para la reflexión, así como actividades diversas en las cuales se puede identificar que todos somos importantes, valorar nuestras particularidades con el fin de romper el círculo que dice que todos somos iguales, que debemos aprender y ser evaluados de la misma forma”, dice la psicopedagoga.

  • A partir de todo lo anterior, se pueden generar cambios en la enseñanza para luego encontrarnos con las adaptaciones curriculares puntuales. En esto caben:
  • La disposición de la sala y el tiempo para entregar el contenido.
  • El uso de elementos puntuales, por ejemplo, si se trabajan las tablas de multiplicar en un tercero o segundo básico, en algunos colegios ya utilizan el data como recurso importante, el cual será significativo cuando se usa de manera dinámica y no estática. Se podría agregar un dominó de tablas con el fin de automatizar la operatoria y ejercitar mentalmente dichos ejercicios, realizando una variación para aquellos alumnos que son más concretos aún y les complica hacer la operación de forma mental. Para ellos se puede agregar, incluso, el material de tarjetas para la multiplicación.
  • Apoyo en el aula si hay algún alumno con necesidades educativas especiales permanentes (NEEP), es decir, el trabajo de un profesional especializado. Por ejemplo, una educadora diferencial con formación específica en el déficit que presente uno o más alumnos para que colabore, oriente y/o trabaje dentro de la sala con el docente a cargo del curso; un especialista que maneje la lengua de señas en el caso de niños sordos.
  • Graduar los objetivos de aprendizaje, identificando los contenidos a enseñar y privilegiando los transversales, aquellos que son requeridos para el siguiente nivel, y/o privilegiar el generar la habilidad de dichos contenidos por sobre su memorización.
  • Al momento de evaluar, se pueden hacer variaciones, por ejemplo, contemplar menor cantidad de ítems y/o ejercicios, entregar instrucciones cortas y claras o tener menos cantidad de alternativas y evitar opciones como ‘todas las anteriores’ o ‘1 y 2’. “También es conveniente entregar facilidades, es decir, que el alumno pueda tener –a la hora de la prueba, por ejemplo en matemática– elementos como las tablas de multiplicar y/o las fórmulas a aplicar en la resolución de un problema, elementos que le permitan contar o agrupar, por ejemplo porotos, palos de helados o fichas. Este recurso resulta especialmente útil para aquellos alumnos que presenten NEE permanentes y/o transitorias, la idea es privilegiar el desarrollo del proceso de la multiplicación por sobre la memorización de las tablas. En lenguaje, si suelo descontar puntaje por faltas de ortografía, sirve que los alumnos/as puedan tener las reglas de ortografía en unas tarjetitas para que puedan tener acceso a ellas y aplicarlas en dicha evaluación”, explica Michelle Núñez.

Analizando las diversas fórmulas que permiten trabajar con niños de capacidades y necesidades distintas, todo en una misma sala de clases, de algún modo se reafirma la idea de que eso es también una estrategia educativa. Permite crear interdependencia positiva y enseñar habilidades académicas y sociales, entregar como tarea personal la responsabilidad de un trabajo grupal, tanto a alumnos como a docentes y colegios, todo en pro del bien común que significa la inclusión en la sociedad.

Paula Reyes Naranjo Periodista