La inclusión en el entorno educativo se entiende como el proceso de garantizar a todos los estudiantes el derecho a una educación de calidad y en igualdad de condiciones. La vigencia de las leyes de inclusión escolar que hoy tiene nuestro país hace imperativo trabajar en este tema con niños y niñas a lo largo de toda la etapa escolar, y el docente tiene como deber comenzar esta labor en la sala de clases. ¿De qué manera proceder? Consultamos a la psicopedagoga Patricia Celedón, directora de Re-Activa Estimulación integral, quien nos comentó algunas pautas esenciales que compartimos en este artículo.
Sensibilizar
Esta es una de las primeras acciones cuando se busca crear un ambiente inclusivo en la sala de clases. Procurar que los alumnos reflexionen sobre el tema es involucrarlos en este, y para tal fin resulta muy útil recurrir a dinámicas como juegos y cuentos cuyo foco, por supuesto, tenga relación con la educación en condiciones equitativas. La intención es que todos los niños experimenten situaciones que les permitan desarrollar la empatía y, al mismo tiempo, diferenciar el concepto inclusión respecto de otros términos como integración, exclusión y segregación.
Educación para Compartir, organismo internacional sin fines de lucro que trabaja la innovación educativa basada en el poder del juego, propone diversas actividades lúdicas para sensibilizar. Una de estas actividades, que invita a conocer las necesidades de las otras personas y forjar acuerdos, es la siguiente: Se reúne a los niños y se les invita a poner atención. Entonces, se les pregunta si conocen a alguien que no pueda ver o escuchar, que use silla de ruedas o que tenga otra situación de discapacidad.
Luego de oír sus respuestas, se invita a reflexionar con la pregunta “¿Cómo ponernos en sus zapatos?”. Lo siguiente es informarles que tendrán que realizar algunos desafíos:
Por último, se les invita nuevamente a reflexionar, ahora, con las siguientes preguntas:
Conocer a los alumnos
Los docentes deben estar al tanto de las características de todos los alumnos que forman parte de su clase. En esta línea, pueden incorporar en la dinámica diaria medidas y facilitaciones que permitan a los estudiantes distinguir lo que cada uno necesita para sentirse en un ambiente propicio para su aprendizaje. sentir un ambiente propicio en su aprendizaje. Algunas acciones relacionadas con esto incluyen la distribución en el aula y el control de estímulos visuales y/o auditivos. También es muy útil el encargo de trabajos, ya sean individuales, en pareja o en equipo. Claro está, nunca se puede olvidar la necesidad de mediación de un adulto, ya sea permanente o transitoria, así como la evaluación de incorporar material de apoyo.
Preocuparse del espacio
El ambiente físico de la sala de clases es fundamental. Es importante diseñarlo de manera que permita flexibilidad para desarrollar actividades en las que todos puedan participar. Asimismo, debe ser un espacio coherente con las necesidades de cada niño y niña del aula, principalmente, con mobiliario adecuado y dispuesto de manera tal que permita la facilidad de movimiento. A su vez, es muy importante que el lugar cuente con buena iluminación, aislación auditiva y mucha información visual, presentada de forma organizada y atractiva, en muros y paneles.
Respeto y límites
Ambos conceptos son fundamentales para la inclusión dentro del aula. ¿Cómo abordarlos? En el caso del respeto entre pares, distribuir roles alternados en la sala de clases resulta una medida lúdica y eficiente. Hablamos de tareas acotadas y prácticas que tengan un claro sentido de servicio dentro del día. Algunas instancias en las que se puede trabajar esta estrategia son la distribución de material, la actualización de calendario de actividades del curso y la información del mural.
También es muy acertado incorporar actividades académicas que se realicen en parejas y grupos, incluyendo la coevaluación de sus integrantes. Una tercera idea: usar la modalidad de tutorías, asignando a alumnos según sus atributos. Asesorar a otros permite que todos participen en diferentes áreas académicas o recreativas, enriqueciendo mutuamente sus experiencias.
Para trabajar reglas o límites, una buena opción es el uso de juegos de mesa. Estos activan la motivación y competitividad a cualquier edad y sirven para, posteriormente, hacer una puesta en común de las normas y reglas que se deben respetar, creando una analogía con las de la vida escolar, familiar e institucional. También es muy útil incluir en el aula afiches o infografías que resuman las reglas del nivel. Es importante que siempre se utilicen mensajes positivos, llamativos y motivantes. Si se trata de niveles mayores, aporta el trabajo de investigación, por ejemplo, acerca de la Declaración de Derechos del Niño.
La participación en clases
Lograr que los alumnos interactúen en el aula de manera segura y efectiva requiere de un moderador que sea, por lo demás, un buen modelo a seguir. En este rol, los profesores o tutores, según sea el caso, deben prestar especial atención a su lenguaje corporal, manteniendo una actitud de escucha activa. Esto les permitirá formular buenas preguntas, involucrarse en los temas de manera objetiva y establecer límites a los conflictos que se presenten en el transcurso de la conversación, clase o ejercicio. Junto a lo anterior, es útil considerar a los escolares en la planificación de la actividad: permitir que elijan democráticamente la temática, preguntas, acciones y forma de trabajar favorece que cualquier tarea sea un proyecto en común, asegurando la motivación y el respeto mutuo.
La importancia del diálogo
Conversar es una herramienta inclusiva por sí misma, ya que construye un espacio de disposición y actitud positiva para intercambiar nuestras experiencias, inquietudes, pensamientos y vivencias. También hace posible aprender del otro, desarrollar la capacidad para comparar y contrastar información, y fomentar el respeto de nuestras diferencias.
Por todo lo anterior, en el afán de crear un ambiente inclusivo dentro de la sala de clases, es necesario incorporar instancias que contemplen el diálogo entre pares, grupos y ciclos. De gran ayuda son las puestas en común con mediación del educador luego de alguna actividad, intencionando el diálogo. Asimismo, funciona establecer un horario exclusivo para conversaciones del maestro con cada uno de sus estudiantes en forma individual, utilizar dinámicas de grupo para tratar temas relevantes según la edad, emplear material didáctico con temas de interés, como dados o naipes con preguntas; y presentar recursos audiovisuales como los cortos animados.
La empatía es el concepto que está latente en cada una de las estrategias abordadas para promover la inclusión en la sala de clases. Incentivar que los escolares desarrollen la capacidad para identificarse con el otro es un reto al que se logra con constancia, paso a paso. Comprender la importancia del aula en esta labor y comprometerse con esto permite que el educador tenga gran parte de su tarea hecha.