Alimentarse bien para aprender

Publicado el 24 de abril de 2018

Se calcula que la actividad cerebral consume cerca del 20% del gasto energético de un niño y son los nutrientes de un plato de comida los que entregan la reposición de esa energía. Asimismo, existen determinados alimentos y hábitos que son de especial importancia para favorecer y proteger el correcto desarrollo cognitivo.

Todo comienza en el embarazo, cuando la alimentación de la mujer determina la salud de su hijo para toda la vida. Y más allá de eso, distintas investigaciones a lo largo de las últimas décadas concluyen que la equilibrada alimentación en el período de gestación favorece el desarrollo psicomotor y cognitivo, ya que el cerebro empieza a formarse en las primeras semanas de vida embrionaria. Luego, cerca de los tres años de vida, el cerebro alcanza su mayor crecimiento y ya cerca de los seis, el órgano logra el 90% del tamaño definitivo. En adelante, se regenera constantemente: así como se van muriendo algunas neuronas, se reproducen otras.

El buen estado de esos procesos permite y favorece el correcto proceso de cognición. ¿Qué alimentos o nutrientes tienen especial aporte para el aprendizaje? La nutrióloga de Clínica Alemana, doctora Elizabeth Yáñez, explica que, en general, no hay recomendación especifica de algún nutriente para mejorar procesos de aprendizaje: “Lo que se recomienda es que los niños consuman una alimentación saludable y variada. Sí se debe señalar que se ha relacionado a los ácidos grasos omega 3 con mejoría de capacidad cognitiva en niños. Esta sustancia se encuentra principalmente en pescados, como salmón, sardinas y atún, por lo que una recomendación adecuada sería consumo de pescado por lo menos dos o tres veces por semana”.

Los ácidos grasos omega 3 tienen funciones importantes para el cerebro, porque forman sus membranas celulares. Entre otras tareas puntuales, ayudan a la memoria. Uno de estos ácidos grasos omega 3, el DHA (docosahexaenoico) se describe esencialmente como promotor de aprendizaje. Sumado los alimentos ricos en omega 6 (aquellos presentes en aceites vegetales como el de girasol), estas sustancias se hacen vitales para el desarrollo del cerebro y la capacidad de aprender. La española Patricia López Roldán, quien es Doctora en Farmacología y Química Terapéutica, precisa al respecto en el artículo “Cómo mejorar la concentración y el desarrollo intelectual a través de los alimentos” que, sin grasas, el cerebro no puede producir ni transmitir sus impulsos eléctricos.

Nutrientes que ayudan

Junto a los ácidos grasos omega 3, otros alimentos importantes a la hora de favorecer o proteger el proceso de cognición serían el chocolate negro, pues tiene triptofano, un aminoácido esencial en la elaboración de serotonina, sustancia que interviene en el estado anímico y ayuda a mantener la concentración. También se encuentra en la leche, carnes, huevos, pescados y semillas de maravilla.

Los carbohidratos, por su parte, son necesarios porque se convierten en glucosa, lo que es igual a energía para el cerebro. Es necesario elegir los de absorción lenta, como arroz, cereales y pan integral, legumbres, hortalizas y frutas: permiten que siempre haya glucosa disponible en el cerebro, lo que no ocurre cuando los hidratos de carbono provienen del azúcar.

Los huevos y otros alimentos ricos en vitaminas del complejo B también son imprescindibles, porque intervienen en la formación de las sustancias que pasan información de una neurona a otra: los neurotransmisores. Además, fortalecen la memoria y la concentración. Se encuentran sobre todo en la clara del huevo, pero también en las frutas y verduras, pescados, lácteos y frutos secos.

Otro infaltable en la dieta de un niño en etapa escolar son las legumbres. Como son ricas en proteína vegetal de alta calidad, favorecen la formación de neuronas y neurotransmisores. Su alto nivel de hierro, en tanto, ayuda en el transporte de oxígeno hacia células nerviosas. De esta forma, mejora el rendimiento intelectual, con mayor concentración y agilidad mental.

Hábitos a resguardar

La doctora Yáñez invita a respetar horarios de alimentación, evitando comer a deshora o pasar mucho tiempo sin ingerir alimentos. Por otra parte, es importante la ingesta saludable, evitando exceso de todo aquello rico en azúcares, grasas o sodio. “Esto se logra enseñando a los niños, desde que son muy pequeños, a comer variedad de frutas y verduras, así como legumbres, pescado y huevos. También es recomendable pedir alimentos menos elaborados y tratar de evitar el consumo de galletas y golosinas. Cuando se trata de líquidos, siempre será mejor preferir agua en vez de bebidas o jugos con azúcar”, dice la nutrióloga.

Cuando se trata de comer hidratos de carbono, es mejor su ingesta en horarios de mañana para que el cerebro pueda recuperarse del largo ayuno nocturno. Asimismo, la recomendación de la especialista es obtenerlos de cereales, como la avena.

¿Cuál es la relevancia del desayuno? Elizabeth Yáñez comenta: “Es muy importante no saltarse esta comida, porque de hacerlo se puede interferir en la capacidad de atención y concentración en clase. El primer alimento del día resulta fundamental, pues entrega la energía que requiere nuestro organismo para comenzar a funcionar en forma adecuada. Eso se refiere especialmente al cerebro, cuyo combustible esencial es la glucosa. De esta forma, un buen desayuno debería contener una fuente de energía en base a hidratos de carbono como pan o cereales, fruta y una fuente proteica, pudiendo ser leche, yogur o algún otro lácteo”.

Verdades a saber

¿Es necesario un suplemento alimenticio para niños en edad escolar? “Si el niño come en forma adecuada, recibiendo una dieta balanceada y variada, no es necesario el uso de suplementos. Tal vez, lo que se podría considerar es el aporte de omega 3 si son niños que no comen pescado”, explica la doctora Elízabeth Yáñez.

La malnutrición sí afecta el rendimiento académico y lo mismo ocurre con el exceso de algunos alimentos. Una dieta mal equilibrada y pobre reduce el número de sinapsis por neurona.

Para una investigación del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (Inta) de la U. de Chile, se reunió a 678 estudiantes de 16 y 17 años, preguntando qué elegían como colación para el colegio o la casa. Sus respuestas se contrastaron con el puntaje que cada uno obtuvo con el promedio de notas de enseñanza media para dar la PSU y el resultado fue una diferencia de 40,1 puntos entre quienes optaron por frutas u otros alimentos saludables y quienes prefirieron alimentos hipercalóricos o altos en grasa.

El exceso de alimentos poco saludables, altos en grasas, azúcares, sal y calorías altera el proceso cognitivo. ¿Qué efecto tiene el azúcar, en particular? Existen distintos estudios sobre sus efectos nocivos en el organismo, especialmente en menores de edad, afectando sus etapas de aprendizaje y crecimiento. La doctora Raquel Burrows, médico cirujano con especialidad en pediatría y endocrinología infantil y académica del INTA, dice que la fructosa altera las estructuras cerebrales relacionadas con la memoria y el aprendizaje, por lo tanto –respecto del coeficiente intelectual–, un niño que consume fructosa en forma diaria no va a rendir de la misma forma que un niño que no tiene esa ingesta. La Sociedad Chilena de Pediatría, en tanto, recomienda que a los niños pequeños no se les dé azúcar en ninguna forma, de manera que crezcan sin acostumbrarse a ese sabor.

La obesidad también afecta. De acuerdo a datos que maneja la Oficina Regional de Educación para América Latina y El Caribe de Unesco, hay directa relación entre obesidad y desempeño académico: alumnos con sobrepeso y obesidad obtienen menores resultados en algunas materias si se compara su rendimiento con estudiantes de peso normal. No hay razones claras que expliquen el fenómeno, pero se estima que puede haber un vínculo con los efectos que la imagen corporal tiene en la salud mental de los jóvenes cuando la condición genera depresión, ansiedad y trastornos de la alimentación.

Los alimentos y la forma en que los consumimos, en definitiva, tienen una amplia acción en los procesos que experimenta una persona. Resultan todavía más significativos cuando se trata de estudiantes y, sobre todo, de niños pequeños. Estar atentos a lo que favorece y lo que no al órgano que se ocupa del proceso congnitivo debe, por lo tanto, estar en primer lugar de la lista de prioridades para padres y profesores.

Paula Reyes Naranjo Periodista