En el desafiante siglo XXI: Profesores 2.0

Publicado el 1 de julio de 2015

Vivimos en un entorno tecnológico y saturado de medios de comunicación. ¡Qué duda cabe! Tenemos acceso a una gran cantidad de información y somos testigos de la constante renovación de herramientas. Adquirir competencias para obtener y evaluar datos se hace casi indispensable para todos y —especialmente— para quienes se dedican a la docencia, en cualquiera de sus niveles. Pero no es lo único. Hoy, más que nunca, tareas como reflexionar acerca de la formación propia y la relación con los alumnos también son parte de las competencias de un educador de estos tiempos

Adentrándose en el siglo XXI, época en que abunda la información y la comunidad está absolutamente conectada, cabe preguntarse acerca del papel que cumple un profesor y cuáles son los retos particulares que se le ponen por delante para desempeñar bien su labor.

También resulta necesario analizar cuáles deben ser sus capacidades en los tiempos que corren, a partir de los avances científicos y tecnológicos de las últimas décadas, así como en la aparición de nuevos roles sociales. En este sentido, una vista al futuro se aprecia como un escenario todavía más desafiante.

Hay datos sobre lo anterior. Según el Instituto para el Futuro de la Universidad de Phoenix (IFTF), grupo de investigación estratégica sin fines de lucro y con más de 40 años de experiencia en prospectiva, para 2020 el mundo laboral tendrá que lidiar con diversos desafíos, entre estos, el crecimiento de la inteligencia de máquinas y sistemas, un mundo informatizado, y amplia conexión global. Son temas que traspasan el ambiente del trabajo. En educación, particularmente, todo parece llevar a un nuevo paradigma: el desarrollo de habilidades y competencias multidimensionales, contemplando uso de herramientas informáticas, redes sociales y formatos de aprendizaje informales, por ejemplo, cómics, videojuegos y foros virtuales.

El nuevo rol del profesor

En el actual contexto, el papel de un educador se vuelve fundamental. Lizardo Barrera, decano de la Facultad de Educación de UDLA (Universidad de Las Américas), comenta que, además de vivir en un mundo tecnológicamente más desarrollado y saturado de información, resalta un alto grado de competitividad: “existe consenso en que hoy la escuela no puede seguir entregando solo contenidos y obligando a los estudiantes a memorizar información. Acceder a esta ya no es problema. En la actualidad, necesitamos desarrollar en los estudiantes otras capacidades como, por ejemplo, manejar y discriminar información, resolver problemas reales, pensar, tomar decisiones, generar soluciones.

En esta nueva mirada del aula del siglo XXI, el rol del profesor es fundamental, ya que la formación y validación de estas destrezas implican que tendrá que repensar el proceso formativo, innovar en sus metodologías y avanzar en la enseñanza de habilidades del pensamiento superior”.

El objetivo es preparar a los estudiantes para el mundo que les tocará vivir, y el trabajo debe comenzar muy temprano. Hoy, más que nunca, se recomienda que los educadores trabajen en la formación de los alumnos desde el nivel preescolar. Sin embargo, aún falta conciencia de aquello. “En algunos establecimientos sigue siendo difícil que se considere a la Educación Parvularia como parte de la escuela, que se le dé la misma importancia que a otros niveles. Muchas veces, hay desconocimiento del tipo de actividades pedagógicas que se realizan en el aula, de la importancia del desarrollo y los aprendizajes de los niños a esta edad”, asegura Marcela Marzolo, directora ejecutiva de Fundación Educacional Oportunidad.

Reflexión crítica

Otra característica del escenario actual es la exposición. Según el profesor Bartolomé Yankovic, editor de Portal Educativo de la Universidad de Talca, es un hecho objetivo que la educación, en cualquier nivel (preescolar, básico, medio o superior) está en vitrina y que la sala de clases dejó de ser ese lugar donde un docente era dueño absoluto de la situación: “La dinámica social y los avances tecnológicos han abierto puertas y ventanas. Padres, apoderados y la sociedad completa opinan y exigen, constituyendo un motor poderoso para generar cambios”.

A la vez, “el profesor de la escuela del siglo XXI deberá enfrentar el desafío de una sociedad globalizada que exige formar ciudadanos responsables, autónomos, flexibles, capaces de resolver problemas, con conocimientos cívicos, conciencia global y preparados para participar en un mundo multicultural”, dice Lizardo Barrera. El decano agrega que la nueva sociedad y las condiciones del mundo laboral demandarán personas creativas, con pensamiento crítico y capaces de trabajar en forma colaborativa (ver recuadro).

A partir de lo anterior, una de las facultades propias de un maestro de estos tiempos debe ser la capacidad de reflexión acerca de sus prácticas. Marcela Marzolo da pautas de cómo hacerlo: “Siempre con miras a lograr aprendizajes significativos en los alumnos. Esta acción se puede dar a partir de los datos que va recogiendo, como también desde de la observación de sus propias prácticas. Lo importante es que tenga espíritu crítico”.

Un profesor de este siglo promueve:

Trabajo en conjunto

“La resolución de problemas complejos y tareas en ambientes interconectados necesita de grupos humanos capaces de trabajar en forma colaborativa. El éxito de los estudiantes en el futuro dependerá, en gran parte, de su capacidad para trabajar en equipos colaborativos y multidisciplinarios”, asegura Lizardo Barrera.

Ejemplo actual donde esa forma de trabajo muestra claramente su eficiencia es Silicon Valley, en la Bahía de San Francisco (EE.UU), donde cerca de 400 mil ingenieros desarrollan los proyectos más innovadores del mundo, y una media de 150 mil emprendimientos logra recuperar la inversión luego de dos años.

Creatividad

La capacidad de observar y escuchar atentamente el entorno, encontrando ahí grandes ideas que luego se lleven a la práctica. Eso es la creatividad, una habilidad con la que se nace, pero que no suele potenciarse en los sistemas educacionales, modelos donde es común imponer la cultura de la respuesta correcta. Con este mecanismo se termina fortaleciendo principalmente el área cerebral vinculada al pensamiento lógico, evitando formar en los alumnos la generación de múltiples alternativas, facultad conocida como pensamiento

Un profesor con actitud abierta y crítica ante la sociedad de información y a las TIC, trabaja la creatividad con prácticas que mejoran la observación y la aplican a los contenidos de cada asignatura, lleva a sus alumnos hacia problemas concretos para ocuparse  en su resolución, idealmente, de manera colaborativa.

Pensamiento crítico

En la era de la información y el conocimiento, entender y procesar información se hace indispensable. Los profesores deben enseñar esa habilidad a sus alumnos fomentando el pensamiento crítico, un ejercicio que permite realizar juicios y tomar decisiones después de un análisis, evaluación y contrastación de argumentos y teorías.

En concreto, por ejemplo, se puede presentar ante los alumnos la mayor cantidad posible de puntos de vista y encargar la recolección de fuentes de información diversas para luego comenzar a interpretarlas y trabajar en la búsqueda de conexiones entre las piezas. Todo esto para, finalmente, dedicarse a la elaboración de conclusiones.

Imprescindible: uso de tecnologías

Por supuesto, entre las capacidades de un profesor moderno no puede faltar la habilidad para usar la tecnología, poniéndola al servicio del aprendizaje. “El educador debe ser capaz de reconocer los distintos tipos de inteligencia y desarrollarlas, además de saber manejar las diferentes disciplinas y la didáctica, basándose en la evidencia existente. Debe tener capacidad de adaptación a los continuos cambios, tanto de contenidos como de la manera en que estos se enseñan o en que los niños aprenden. De esta forma, el docente podrá formar personas con espíritu crítico, reflexivo, con ganas de aprender, innovadores y flexibles”, asegura Marcela Marzolo.

La importancia del uso de las tecnologías es un tema que la UNESCO ha tomado con especial interés, y es así como, ya en enero de 2008, presentó las normas para utilizar las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) con miras a mejorar la enseñanza. Sus pautas se basan en el fomento de nociones básicas de tecnología, en la profundización de conocimientos y en la creación de los mismos, abordando los componentes del sistema educativo, es decir, política, plan de estudios, pedagogía, TIC, organización y formación de docentes.

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Nunca dejar de aprender

Una actitud abierta y crítica frente a la sociedad de la información y las TIC, son otras dos claves para enfrentar los desafíos de estos tiempos. Un profesor de este siglo, además, debe tener predisposición hacia el aprendizaje continuo, para la actualización permanente.

La Licenciada en Ciencias de la Educación, María Cristina Davini, autora de “Métodos de enseñanza: didáctica general para maestros y profesores” (Santillana), especifica en su libro que todo profesor tiene el deber de enriquecer los fundamentos de su conocimiento y los métodos educativos y pedagógicos que ocupa para lograr mayores beneficios en el proceso de desarrollo educativo y cognitivo de sus alumnos. Según Davini, además, los docentes de hoy no pueden dejar de concebir la clase como el lugar donde se investiga, se experimenta y se comparten ideas; como el espacio para tomar decisiones que resuelvan problemas y donde se reflexione acerca de qué es pertinente aprender.

Por lo mismo, el decano de la facultad de Educación de UDLA comenta que es importante integrar nuevos contenidos y temas en el currículum escolar: “Como, por ejemplo, globalización, gestión del conocimiento, negocios y emprendimiento, cultura cívica, sanitaria y medioambiental, Derechos Humanos, diversidad sexual. (…) Asimismo, se deberá incorporar al currículum escolar nuevas temáticas que permitan a los estudiantes desarrollar las habilidades del pensamiento superior. Algunos ejemplos son los algoritmos y programación escolar o robótica educativa”.

Hay otro punto que los expertos sugieren, y es que los profesores se capaciten de la misma manera en que se espera que estos enseñen a sus alumnos. “La formación inicial tiene mucho que aportar en el desarrollo de estas competencias. Se les debe enseñar a observar y a observarse. Una vez más, reflexionar críticamente acerca de sus prácticas”, acota la directora ejecutiva de Fundación Educacional Oportunidad.

Captar la atención de los alumnos: un desafío especial

Entre tanto estímulo e información rondando en el ambiente, presentar a los alumnos un reto que los motive a llegar a una meta, es un buen camino para lograr la atención de toda una clase. Aquí juega bien el concepto de “emprendizaje” (emprendimiento y aprendizaje).

Presentar retos suele funcionar, pero también es necesario –según concuerdan los entendidos– generar en el aula un ambiente emocional favorable y facilitador del aprendizaje, para lograr un vínculo donde el profesor tenga conciencia de las experiencias y necesidades de sus alumnos.

Con lo anterior, un maestro puede crear estrategias. “Lo más importante es conocer muy bien a los niños y sus intereses, y de esa manera adecuar la didáctica o la forma de enseñarles”, dice Marcela Marzolo.

Concuerda Lizardo Barrera y añade: “Un buen ejercicio es observar cómo se comportan los estudiantes en la actualidad, cuáles son sus costumbres, cómo se comunican, cómo aprenden”.

Algunos consejos, según nuestros entrevistados, son:

  • Los niños se motivan mucho cuando se les enseña a partir de la experiencia, con material o situaciones concretas, es decir, cuando se les da la posibilidad de “aprender haciendo”.
  • Se debe aprovechar la tecnología como una vía para enseñar, ya que para los niños es un medio casi natural a través del cual aprenden.
  • Evitar al máximo la memorización y el aprendizaje pasivo.
  • Procurar la atención personalizada. Cada alumno es distinto y sus características personales deben ser consideradas para desarrollar sus potencialidades.
  • La mejor manera de enfrentar el nuevo escenario educativo es a través de la incorporación en el aula de métodos, metodologías y estrategias de enseñanza innovadoras. Algunos ejemplos son los estudios de casos, el aprendizaje basado en problemas y los debates.
  • Incluir formas no tradicionales de organizar la sala de clases, por ejemplo, disponer a los estudiantes en grupos alrededor de una mesa, evitando que el profesor esté frente a los alumnos, y estos en sus pupitres mirando hacia adelante.
  • El uso de herramientas computacionales, ambientes virtuales, redes sociales y formatos de aprendizaje informal como cómics, videos, foros y blogs. Aquí cabe el uso de Twitter, Facebook y
  • YouTube para crear, compartir y evaluar información. También el empleo de foros virtuales colaborativos como Taringa, para resolver problemas o aprender algo nuevo. Por supuesto, también sirve la utilización de la ficción, los videojuegos, las aplicaciones para celular; se trata de fuentes de información indirecta y alternativa con la que los estudiantes pueden aprender.
  • Utilización de juegos de estrategia para ayudar a desarrollar el pensamiento político y aprender temas como geografía, sustentabilidad y organizacional social.

Dar importancia a la formación: el ejemplo de Finlandia

En un estudio que compara la formación de profesores en diferentes países desarrollados, Darling-Hammond & Lieberman (2012) utilizaron el ranking de PISA para identificar el nivel de compromiso que tienen los países con respecto a la profesionalización docente y a las inversiones en su desarrollo profesional. Finlandia figura en el informe con uno de los más altos puntajes, debido a que en este país se percibe la carrera docente como una profesión atractiva, cuya labor se considera autónoma y basada en conocimientos científicos y habilidades específicas, desarrolladas en un programa de enseñanza superior de postgrado. El reconocimiento puede atribuirse al cambio radical que hubo en la formación inicial de los docentes, pasando de cursos de dos o tres años, en instituciones no académicas (hasta fines de la década de 1970), a un diploma de maestría, con duración de entre cinco y siete años y medio, en una universidad. El origen de esta reforma se relaciona con que la docencia se fundamentó en la investigación científica, que suele ocurrir en el ámbito académico y en programas de postgrados. Otra característica del sistema finlandés es que su Estado mantiene una oferta controlada de cupos en la formación inicial. Solamente ocho universidades son responsables de toda la educación de los maestros del país, y todas ellas son públicas. No hay otra manera de ser profesor en esta nación, donde el diploma universitario representa la única licencia para enseñar. (“Temas críticos para formular nuevas políticas docentes en América Latina y el Caribe: El debate actual”. Informe de Oficina de Santiago, Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe, UNESCO).

Paula Reyes Naranjo Periodista